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Gemma Martínez

Punto positivo para las finanzas públicas

Vicent Soler ha tenido un buen fin de semana y motivos no le faltan. El conseller de Hacienda y Modelo Económico anunció el sábado que la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor´s (S&P), considerada como uno de los guardianes de la calidad y la solvencia crediticia de un Estado y de sus emisiones de deuda (junto a Moody´s y Fitch), ha mejorado la perspectiva de la Comunitat Valenciana de estable a favorable. Al mismo tiempo, ha mantenido el rating, o la calificación, en el nivel que estaba, en BB. La perspectiva se revisará de nuevo, previsiblemente en doce meses.

La agencia estadounidense ha tomado esta decisión después de destripar las cuentas públicas valencianas desde 2015 y las previsiones hasta 2020 y constatar que la Comunitat «parece estar en un camino de reducción del déficit más sostenible de lo que anteriormente habíamos previsto». Este escenario es consecuencia de la mejora de las condiciones económicas (se prevé un crecimiento del entorno del 3% para 2018), que se traducirán en unos mayores ingresos para la Administración pública, siempre que la autonomía «mantenga el férreo control sobre el crecimiento del gasto», indica S&P en su nota. El déficit (que S&P mide en porcentaje sobre los ingresos operativos) podría terminar en 2020 en el entorno del 3% (desde el 5,7% de 2017 o del 12,1% de 2016).

La mejora de la perspectiva debe ser tomada como un voto de confianza para el Consell, que intenta dejar atrás los excesos de la crisis y de las anteriores Administraciones del Partido Popular. Soler y todo su equipo hacen bien en sentirse reconfortados, sobre por el ejercicio de equilibrismo que deben hacer a diario, manteniendo un Gobierno tripartito, de gran calado social, cumpliendo en la medida de lo posible los pactos de investidura, y, a la vez, equilibrando las cuentas públicas. Además, todo ello sin contar con el nuevo acuerdo de financiación autonómica que el Consell de Ximo Puig exige al Gobierno de Mariano Rajoy y que sigue en vía muerta.

Mientras las economías española y valenciana continúen con su recuperación, los ingresos tributarios de la Generalitat seguirán al alza y el déficit fiscal tenderá a reducirse. Si el momento del ciclo es bueno, las cuentas públicas deberían acercarse a ese equilibrio. Pero el problema estructural seguirá estando ahí: con unas posibilidades de actuación sobre el gasto bastante rígidas, cuando la economía tosa o se constipe, así lo harán las cuentas públicas.

Ir a los mercados, una utopía

De este modo, sin un modelo de financiación a largo plazo definido y sin la reestructuración de la deuda que exige la Generalitat para aligerar las mochilas del pasado, el equilibrio en las cuentas públicas se antoja imposible. La deuda continuará siendo muy elevada (más de 48.0000 millones de euros en 2020, según S&P), a pesar de su disminución, y ello constriñe el rating de la Comunitat Valenciana, según reconoce la propia agencia de calificación de riesgos.

Mejorar la calificación de la deuda a grado de inversión (condición previa necesaria para acudir a los mercados de capitales a emitir deuda y olvidarse del FLA) es una utopía y una quimera que cuesta imaginar a fecha de hoy. Sobre todo, con Rajoy y el PP sacudidos por la corrupción, con una legislatura y unos presupuestos con grandes dudas de materialización, pero con un Ejecutivo, que, en todo caso, mira más al norte (Galicia y País Vasco) que al Mediterráneo.

De momento, la coyuntura no es preocupante. S&P señala que «el crecimiento económico de España será saludable y permitirá aumentar las bases fiscales, facilitando unos mejores resultados presupuestarios» de la Administración.

Pero la amenaza estructural está ahí. La agencia dice que «el sistema de financiación tiene muchas debilidades. Su reforma debería haberse producido ya. Los trabajos técnicos han empezado, pero no tenemos ninguna prospectiva ni de calendario ni del calado de la reforma, que continua pospuesta por la inestabilidad política». Esta reforma «es crucial para asegurar la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas regionales y particularmente para las autonomías que han sufrido niveles de financiación comparativamente bajos», como ha sido el caso de València. Mientras llega, habrá que seguir fiándolo todo a la economía.

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