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Recio

La exposición del expolio

El próximo 3 de junio acaba la exposición «El inicio del cómic en la Península» que se inauguró el pasado 22 de febrero en el MuVIM, el magno edificio creado por el presidente Manuel Tarancón desde la Diputación de València. En la librería Dada pregunto por el catálogo y me dicen que todavía no está impreso, pero que se imprimirá. Tras el revuelo de aquellos catálogos anteriores que se pagaron antes de ser impresos, se llevan las cosas con mucha tranquilidad.

Al carecer de catálogo, no sabemos quién es el comisario del evento ni cual es la procedencia del material expuesto. El mostrador del edificio ofrece un modesto folleto donde nadie firma con su nombre. Ni en el local, ni en la página web del museo figura un responsable de la muestra.

Conocí a tres artistas cuyas obras figuran en esta exposición, y los tres coincidían en que estas obras les habían sido robadas. Me preocupa extremadamente que la Diputación de València haya montado y mantenido durante casi medio año una exposición de obras de arte supuestamente robadas.

Conocí a Manuel Gago hace más treinta años y recuerdo, pese a los años transcurridos, lo mucho que lamentaba el genial creador de El Guerrero del Antifaz que la Editorial Valenciana no le devolviera los originales de los cuadernos después de impresos, tal y como a él le constaba que se hacía en otros países.

Años después conocí a su hijo, que también luchó como un jabato para poder recuperar ese material, y que jamás lo consiguió. Aunque la familia Gago obtuvo el reconocimiento judicial de la autoría, nunca tuvo los dibujos originales.

Pepe Sanchis me obsequió con una portada inédita de Pumby que el puritano editor rechazó por considerarla «pornográfica». Un «extra de otoño» donde Pumby y Blanquita estaban comiendo champiñones, hongo que el empresario identificó enfermizamente con penes. Gracias a esa censura freudiana fue la única página original de portada que Sanchis tenía en su poder, después de más de cuarenta años de trabajo estajanovista.

Estos dibujos originales, según me contó Josep Sanchis, estaban en el chalet del editor, aunque los herederos juraban que se habían recortado y destruido para hacer nuevos montajes y ediciones. Según otra versión, habían perecido en una inundación de un bajo.

Todo esto lo desmiente la exposición, pues demuestra que están todos muy bien conservados. Sanchis murió apenadísimo de que jamás le devolvieran esos dibujos, pese a que también ganó todos los pleitos en defensa de sus personajes. Los herederos no los volvieron a ver nunca.

Por último Soriano Izquierdo, que siempre fue el artista más afín a la editorial, también me confesó un día que esos originales debían de ser suyos, pero que las circunstancias no permitían la devolución.

Al cabo de los años, cuando los legítimos propietarios de esas obras de arte han muerto y no pueden defenderse, se han ido vendiendo algunas páginas sueltas en internet a precios abusivos. Nadie ha investigado de donde han salido porque estas personas ya no pueden hablar y sus herederos están agotados con tanto pleito.

Sin embargo, yo los conocí a todos y puedo testificar que lo que actualmente se está exponiendo en el MuVIM, ellos lo consideraban suyo. Desconozco como ha llegado hasta allí y desearía que aquellos que se apoderaron de las páginas, o sus herederos, las hubieran donado a una institución pública para que se guardaran como patrimonio cultural de València. Escribo estas líneas porque me temo lo peor, que aquellos que se las quedaron hayan tenido el valor de exponerlas en un museo para subirlas de precio.

Ojalá me equivoque y todo tenga una procedencia moralmente intachable; pero el secretismo con que se está ocultando la exposición no augura nada bueno. En nombre de aquellos grandes maestros y amigos que tanto me enseñaron cuando yo era un neófito, protesto de que este asunto no se aclare. La muerte de los grandes artistas valencianos del cómic no debe ser motivo para que se les avasalle y olvide; y menos con la colaboración de una institución pública.

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