La manifestación celebrada en València bajo el lema «Por un mundo rural vivo y nuestra cultura» ha resultado un corrillo de 16 entidades convocantes más la organizadora (Federación de Caza de la Comunidad Valenciana) que iban a hablar cada una de su libro. Los colectivos que trabajamos a diario por una mejora de la calidad de vida en el medio rural, que alzamos la voz para ser visibles en un mundo globalizado y cosmopolita, que buscamos sinergias con el resto de agentes del territorio rural con los que compartimos inquietudes y reivindicaciones, merecemos un planteamiento de propuestas serias, transversales y consensuadas, que den respuesta a las necesidades que requieren nuestros pueblos y no solo a cuestiones puntuales.

Desde la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales del País Valenciano (Fademur-PV) consideramos insuficiente la convocatoria, ya que se ha centrado en entidades que velan únicamente por mantener su actividad de caza, pesca, colombicultura y toros. Bajo el paraguas del desarrollo rural y de la despoblación se ha reivindicado un escenario que no contempla la globalidad del territorio. En nuestra opinión, y sin entrar a valorar sus reivindicaciones, entendemos que pretendían con esta manifestación, mostrar su desacuerdo con algunas de las políticas del Consell.

Ni se ha contado con el conjunto de entidades que actuamos día a día en este entorno, ni se ha contado específicamente con ninguna asociación de mujeres rurales. ¿De verdad pretenden mejorar el mundo rural, manteniéndolo vivo sin mujeres? Las mujeres rurales somos el talón de Aquiles de la sociedad, sufrimos discriminaciones y coyunturas que se suman a las de los hombres que viven en el mismo entorno. Por ello tenemos necesidades y reivindicaciones distintas, que hay que añadir a las ya presentes en la agenda política. No es que queramos salir en la foto (que también), sino que tenemos mucho que decir. El pasado 8 de marzo quedó patente que somos la mitad de todo, también del mundo rural y sus políticas.

En Fademur-PV tenemos detectadas las necesidades y lanzamos propuestas que buscan soluciones transversales e invitamos a que «hablemos rural»:

Hablemos pues en serio de los problemas de la despoblación y la tasa de paro rural.

Hablemos de infraestructuras, de la desaparición de oficinas bancarias, de las zonas de sombra de cobertura de telefonía, de la enorme brecha digital existente o de medidas fiscales eficaces que fomenten la creación de empresas y su ubicación en zonas del interior.

Hablemos de las necesidades en materia de sanidad, de ambulatorios muy limitados, con servicios de urgencias y de pediatría muy alejados.

Hablemos de educación, donde se cierran colegios por falta de niños/as.

Hablemos de formación, donde las personas adultas tienen que desplazarse hora y media si quieren adquirir formación certificada que les permita desarrollarse en el campo de la dependencia y de servicios de proximidad para trabajar en su territorio y no verse obligadas a desplazar su residencia.

Hablemos de la falta de servicios, que hace que las personas mayores tengan que acabar en residencias alejados de su casa y de su gente.

Hablemos de las míseras pensiones que cobran las personas que han cotizado en la agricultura y ganadería, y de esas mujeres que ni tan siquiera han podido cotizar, aunque sí que han trabajado de sol a sol en sus explotaciones.

Hablemos de esas mujeres que se convierten en esclavas familiares y que les es imposible acceder al mercado laboral.

Hablemos de cambio de modelo productivo, de artesanía, economía social y emprendimiento.

Hablemos de vertebrar el territorio de costa con el de interior.

Hablemos de custodia del territorio, de esa gente que nos cuida el entorno donde nos gusta pasar el fin de semana, las fiestas y las vacaciones de verano.

Hablemos de las rentas del campo, y de la necesidad de apoyar y revolucionar las actuales cooperativas agroalimentarias.

Hablemos de desarrollo rural en mayúsculas, y contando con todas y todos, no lo sesguemos a toros, caballos, palomos y caza.