Porque aquí ya no vale ser nadie ni por supuesto el castizo «usted no sabe con quien está hablando...». Que no, que la justicia es ciega y dura, como desde los romanos, sin duda lo es también la ley. Con el dinero de todos ya no se juega. Y desde luego, el que la hace la acaba pagando. En los últimos días hemos vuelto a ver como es el tercer poder del Estado clásico el que nos vuelve a devolver la confianza en la cosa pública. El único seguramente de los tres poderes que hoy sigue teniendo pulso y verdadero nervio. En esa red pública por donde sin ningún examen de ingreso ni ninguna prueba de mérito o capacidad vagaban parasitándolo todo los pelotillas mediocres que suelen ir en las listas electorales. De antes y de ahora. De los viejos y los nuevos partidos. Tomad políticos, pues, ejemplo de los jueces.

Ellos sí que hicieron sus estudios, y unos duros exámenes y pruebas de todo tipo para acceder al poder que justamente ostentan. Y es por eso que al final os corrigen sin cesar a todos vosotros que nadais en los negros charcos de los ERE, la Gürtel, del caso Pujol o de las andanzas del simpar Urdangarin, cual sanguijuelas del pan caliente de nuestra gente que se compra o que no dejáis comprar con el erario público que horarais. Lo cual nos indica que esta situación es ya insostenible pues, o se cambian los injustos sistemas de acceso a los poderes legislativo y ejecutivo y el control sobre los mismos y sobre las designaciones que estos caprichosamente hacen, o seguiremos teniendo un país rico y privilegiado por múltiples razones históricas, artísticas, culturales, geográficas, climáticas y humanas, que sin embargo y debido a toda esta grey de indocumentados que nos gobiernan, sin oficio ni beneficio, ni siquiera a día de hoy se puede asegurar el cobro de las pensiones.

Pues esto no se arregla ni con el pueril y miserable «y tú mas», ni con esas palabras tan huecas que se gastan todos estos inútiles que para medrar vinieron a ser cargos públicos a los que ya no les sirve cambiar de relato ni, por supuesto, esperar a que por milagro mude el escenario politico, según sus estúpidos argumentarios con los que estos príncipes de la postverdad se embriagan sin recato en el lodazal de la mentira. Sólo el reconocimiento de la verdad, de que toda esta corrupción es fruto de vuestro acceso descontrolado a los cargos públicos de los que habéis hecho privilegios públicos os hará libres de tanta impostura, cuento o relato, tan falso como vuestros escenarios en donde ya para nadie patéticos, reclamáis vuestros miserables argumentarios.