El ozono es un gas curioso en la atmósfera terrestre. En las capas altas, en la estratosfera, forma una pantalla protectora de los rayos ultravioletas, esencial para la vida de nuestro planeta. De ahí, la necesidad de su protección a toda costa que, en 1987, dio lugar al protocolo de Montreal y la prohibición de fabricación y consumo de los famosos CFC. Con la necesidad de su evaluación continua a la vista de las sospechas recientes sobre su no cumplimiento por parte de algunos países y el retraso que está experimentando la recuperación estimada de la ozonosfera en los últimos años. Y en la troposfera se instala el ozono de capas bajas u ozono malo, por su carácter contaminante en grandes proporciones. Este ozono de capas bajas tiene poder bactericida y se tiene por agente purificador del aire. Pero es también un gas de efecto invernadero, cuya aportación al forzamiento radiactivo de la atmósfera terrestre, en la actual fase de calentamiento térmico planetario, no se termina de conocer bien, al estimar algunos estudios que tiene un poder calorífico mayor de lo que se pensaba. En los tratados de bioclimatología se señala que las atmósferas cargadas de ozono tienen efectos nocivos sobre el ser humano: nos vuelve irascibles y llega a genera, en personas meteorosensibles, sensaciones de agobio, irritación y malestar general. Estos días con tanto rayo descargando sobre la península Ibérica, en las cientos de tormentas que el embolsamiento de aire frío en altitud ha ido generando, nuestra atmósfera está especialmente ozónica. Los rayos, con su potente descarga energética, favorecen la formación de ozono. Tiempo de ozono, inestabilidad atmosférica primavera. Temperie tormentosa en lo meteorológico y en lo político. La primera pasará en días; la segunda parece haberse enquistado en nuestra democracia, porque algunos han perdido el respeto a sus sagrados valores.