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Calma: Sánchez ganó sin pactos

La semana trágica de Mariano Rajoy, que pasó del cielo de aprobar los Presupuestos al infierno de perder la Moncloa, sin más anestesia que unos güisquis y un puro en la tarde del jueves, nos deja una España diferente. Hay desconcierto y hasta miedo, junto a satisfacción y esperanza. No será tanto como temen algunos, ni como sueñan los que apoyaron la moción. Porque una mitad votó a Pedro Sánchez, pero la otra lo hizo solo por echar a Rajoy. El nuevo presidente preferiría que no le hubieran votado los de Bildu, cuyos dos votos no eran necesarios, y así Rafael Hernando, el portavoz popular, se habr´9ia ahorrado sus injustas referencias a ETA. Para educado, Mariano Rajoy cuando subió a la tribuna a despedirse. Un respeto.

Hay poco que temer, salvo que el nuevo presidente nos sorprenda. Lo más probable es un gobierno solo con socialistas, como los de la fotografía de su campaña (Jordi Sevilla, Josep Borrell, Cristina Narbona, Patxi López, Carmen Calvo, Rafael Bengoa, etcétera) y algún independiente como posible guiño a Podemos. Pero nada, como quería Pablo Iglesias, de varios ministros nombrados por él mismo. Y con los independentistas sucede algo parecido, como nos confió un influyente diputado del PDeCAT: «Desde el lunes ya negociábamos en secreto en un hotel de Madrid, con Marta Pascal, entre otros. Pero dialogábamos... con el PNV, no con los socialistas. Lo difícil fue convencer a Puigdemont de que teníamos que votar "sí" sin contrapartidas. El prefería a Rajoy por la teoría de que cuanto peor, mejor». Hasta le dijeron que el PNV ya había decidido el sí, lo que no era cierto en aquel momento. La gente más inteligente en todos los bandos estimó que mejor sacar el tapón Rajoy y empezar otra etapa, aun sin garantías. El motor de la operación fue la tenacidad y la osadía de Sánchez, que no avisó ni a los suyos. Por eso los diputados andaluces estaban de luto en el Congreso.

Este puede ser un Gobierno de grandes esperanzas para muchas personas pero de decepción para algunos que votaron la moción de censura. «Usted dijo en enero que no pactarían con independentistas y con los que quieren romper España. A ver que dice ahora...», le espetaron en Canal 24 Horas a José Luis Ábalos, el número dos de Sánchez. «Hemos cumplido escrupulosamente nuestra palabra: no hemos pactado con nadie. Nos han votado y formaremos gobierno». ¿Dónde está el secreto? Pues en el hartazgo de la corrupción, con la detención de Eduardo Zaplana y la sentencia de la Gürtel que colmó el vaso de la paciencia, más la actitud abúlica de Rajoy que describe como nadie Inés Arrimadas, portavoz de Ciudadanos y lideresa de la oposición en Cataluña: «La sentencia de la Gürtel es insoportable pero Mariano Rajoy hizo lo de siempre, es decir, nada. Podía convocar elecciones como le pedimos, podía dimitir, podía dejar paso a otros, pero no hizo nada; como siempre, nada».

Echaron a Rajoy, pero, atentos, porque van a por Albert Rivera. Es el enemigo a batir. Repasen los discursos en la Cámara. Sánchez fue más duro con Rivera que con Rajoy, con el que estuvo compresivo, lo que le honra. Iglesias llegó a la desmesura; le llamó «joseantoniano» y «fascista»; los nacionalistas vascos y catalanes temen más a Ciudadanos que a Rajoy, o al PSOE. Y el PP fue más duro con Rivera que con Sánchez, a pesar de que les había aprobado los Presupuestos unos días antes. La razón es clara: todos identifican a Ciudadanos como el factor de cambio y, por tanto, receptor de votos de los demás. Rivera no se hace bien a sí mismo al mostrar lo que Ábalos bautizó como «ansiedad demoscópica». Pero es una fuerza con la que se debe contar. Queda como opositora, aunque se le unirá el PP en cuanto se recomponga, y los desencantados del gobierno Sánchez. Crecerá en las municipales y autonómicas; y en las generales, cuando lleguen, librará su batalla decisiva frente a un Pedro Sánchez reforzado por la presidencia y un PP en rehabilitación. Ahí se jugará el Gobierno que sucederá al que llega ahora con ilusión y sin mochilas. Toca calma y disfrutar el momento.

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