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Voro Contreras

Películas musicales

Amí hija de 6 años (los cumple hoy, felicidades Clàudia) le gustan los musicales. Es gracias a mi mujer (ella, por lo que se ve, no cumple años), que es muy fan de este tipo de cine y que ha encontrado en él una forma de sentar a la familia ante el televisor con un fin común. Yo, ya lo deben ustedes de suponer, no pinto haba. Bueno, a lo que íbamos. A mi hija la mayor y a su madre les gustan las películas musicales y, tras disfrutar en semanas anteriores de Cantando bajo la lluvia y de Un día en Nueva York, el viernes pasado le dieron una oportunidad a Siete novias para siete hermanos, película de 1954 dirigida por el inefable Stanley Donen. Supongo que ustedes ya lo saben, pero los protagonistas de la película son los hermanos Pontipee, siete bizarros y asilvestrados leñadores que viven juntos y malolientemente en una cabaña en medio del bosque. El mayor de los Pontipee, Adam (Howard Keel), baja al pueblo en busca de provisiones y de una esposa. Logra engatusar a la guapa Milly (Jane Powell), pero se le olvida mencionarle que vive con seis mocetones completamente inútiles para cualquier cosa que no sea no bañarse, cortar árboles y golpear al personal. Entre canciones y danzas, la chica les acaba convenciendo de que no es su criada y de que bajen al pueblo a encontrar a novia, que ya tienen una edad y demasiados líquidos retenidos. Pero el método que emplean los Pontipee para ello es de todo menos sofisticado. Sólo les diré, por si no lo saben ya, que usan como consejero sentimental el relato del rapto de las sabinas acaecido en la mítica Roma. Y ya tal.

Les cuento yo todo esto porque, además de una la sucesión de volantines, piruetas y lindas melodías, la película le ofreció a la pequeña Clàudia una serie de ejemplos de comportamiento sentimental digamos que no demasiado correctos: búscate a una mujer para que se haga cargo de todo lo que en tu vida no sea cortar un árbol, y si acaso no la convences cantando métela dentro de un saco, llevatela al galope y mantenla encerrada en una cabaña hasta que entre en razón. En un momento de la proyección le dije a la niña que aquello no estaba bien, que esa no es forma de comportarse con las mujeres, que no dejara nunca que ningún hombre la tratase así. Clàudia me miró y me dijo: ya lo sé papá, pero es sólo una película. Ojalá lo fuera, pensé yo...

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