La Comisión Europea ha presentado recientemente el proyecto de Directiva contra los productos de plástico de un solo uso. La norma contempla medidas como obligar a los Estados miembros a recuperar el 90% de las botellas de plástico de forma separada, forzar a los productores a rediseñar sus bienes, prohibir artículos como cuberterías de plástico, globos, bastoncillos para los oídos, u obligar a los productores a responsabilizarse de la gestión de productos de un solo uso. Sin lugar a dudas, la Directiva resulta altamente alentadora. Para CCOO es muy favorable, pues se pone el foco en el interés general ante un problema que tiene connotaciones profundamente perjudiciales.

Desde que comenzó a producirse plástico para uso cotidiano, en la década de los 50, el crecimiento ha sido exponencial: desde las 50.000.000 toneladas que se producían en los 70 hasta las más de 300.000.000 toneladas cada año en este siglo. El consumo de plásticos de un solo uso en España, según los últimos estudios, se cuantifica en 60.207.000.000, casi la décima parte del total de la UE. Los productos más consumidos son las colillas, las botellas y las pajitas. Una importante cantidad de estos residuos va a parar a nuestros mares y océanos.

Resulta innegable que el plástico tiene múltiples aplicaciones y capacidades (versátil, ignífugo, blando, resistente, duro). Por ello resulta necesario equilibrar y cuantificar todos los intereses, el general y el particular de las empresas productoras y comercializadoras, así como tener en cuenta la perspectiva consumidora, desde la educación para su utilización y posterior sistema de depósito y reutilización.

Desde el punto de vista colectivo, es necesario conjugar el interés de las personas, atendiendo a que la mayoría vivimos a menos de 100 kilómetros de la costa, con un turismo sostenible (el 13,2% del PIB de la Comunitat Valenciana en 2016) y con el peligro hacia nuestra alimentación (según estudios, en 2050 habrá más plástico en el mar que peces).

Entendemos que las asociaciones empresariales productoras del plástico señalen que este material no tiene la culpa, pero, desde luego, las personas consumidoras no somos las responsables de que miles de productos sean comercializados bajo el modelo de usar y tirar. Parece una contradicción que se diseñen envases para un consumo de segundos o minutos, y no se proporcionen los mecanismos necesarios para su reutilización. En definitiva, el conflicto tiene cientos de aristas y nos detendremos a continuación en las que consideramos prioritarias.

Como personas consumidoras, el envío de señales claras al mercado. Con una educación y con unos hábitos sostenibles con nuestro medio ambiente y marino, dirigidos a un menor consumo. Sobre todo, un consumo eficiente, y esto pasa por modificar mediante pequeños gestos nuestro uso cotidiano.

Como industria del plástico, parece evidente que ha de avanzar en implantar tecnologías hacia la creación de envases sostenibles. Ante la posibilidad de no abarcar la totalidad, favorecer la segunda vida al deshecho, pues posee un valor que permitiría que entrase de nuevo en el ciclo de producción como materia prima secundaria, Un planteamiento de uso de residuos plásticos como fuente de materia fiable, y no como un mero desecho hacia el mar.

Como administraciones públicas, la transformación del modelo productivo puede encontrar su cabida en estas medidas. Desde establecer mecanismos evaluativos y de control por para el cumplimiento de las metas comprometidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, hasta la capacidad normativa en la que conjugar el interés general con todas estas actividades que lo dañan. Y todo ello adoptando la implantación del sistema de depósito y devolución de residuos que complementen el reciclaje y que, sobre todo, doten de valor al residuo. En este punto, consideramos que puede ser un nicho de empleo de calidad, del que tan necesitados estamos, además de tener efectos inmediatos en la no generación de más residuos que floten en nuestras playas o que ingieran los animales marinos.

Saludamos el proyecto de Directiva y el avance que puede suponer en el cuidado de nuestro mar, sin menoscabo de las cautelas con las que hemos de abordar un problema en el que hay muchos intereses contrapuestos. Los poderes públicos afrontan un reto hermoso y complicado a la vez: ser consecuentes con el interés general supone resistir a muchas presiones de las compañías. Desde nuestra posición, creemos que nuestra salud y futuro lo merecen, y nuestro mar también.