También podría haber titulado este artículo "Ascensión, caída, resurrección y Moncloa" en alusión a los tres últimos años de Pedro Sánchez, o "El hombre que resistía demasiado" como biografía de un Rajoy al que esta vez no le ha servido su seguimiento del dontancredismo ni la aplicación de aquel proverbio árabe que reza: "Siéntate a la puerta y verás pasar el cadáver de tu enemigo". En esta ocasión, el cadáver (político) ha sido el propio. A don Mariano le ha pillado el toro mientras se acogía a su perenne convicción de que el tiempo arregla las cosas y ya veremos a ver qué pasa. Y cuando ha querido reaccionar ya tenía en contra la mayoría de los votos. Si esa sesión de siete horas seguidas en un restaurante la hubiera mantenido con los del PNV, quizás otro gallo (o chuletón) cantaría. Pero no fue así y aquellos amigos para siempre del "cuponazo" y los presupuestos se tornaron lanzas y se fueron con don Pedro. Las condenas de la Gürtel pesaron demasiado. Que les dé Rajoy las gracias a Correa y a quien le facilitó su influencia y poderío en el PP, o sea al mismo que encumbró a don Mariano, o sea a José María Aznar. ¿Seguirá Rajoy al frente del PP y en la carrera política u ocupará su plaza como registrador de la propiedad en Santa Pola? Es una de las interrogantes del verano.

Las demás incógnitas importantes tienen que ver con Pedro Sánchez, que el sábado tomó posesión como nuevo presidente español y mañana dará a conocer la composición de su gabinete. Según las primeras quinielas, estará integrado solo por socialistas, lo que enfadará (no sabemos si poco o mucho) a Podemos, cuyo líder, Pablo Iglesias, ya ha declarado que estarían dispuestos a entrar en el Gobierno, es decir que quieren alguna (o algunas) carteras. Primer posible escollo porque cualquier solución originará roces y desasosiego. Sánchez no puede cabrear a Iglesias y a sus confluencias, que esa es otra, so pena de tenerlos en una oposición bronca, pero tampoco puede plegarse a sus exigencias porque eso originaría líos (y gordos) con el mundo empresarial, con sectores moderados de la izquierda e, incluso, con gentes y líderes del propio PSOE.

El nombre de los futuros ministros también nos aclarará si Pedro Sánchez opta por perfiles técnicos o por personas con peso político. Traducido: si busca mantenerse sin grandes sobresaltos hasta los próximos comicios o, por el contrario, apuesta en firme por reformas, decisiones de calado y cambios que dejen huella con todo lo que ello significa y más teniendo únicamente 84 diputados sobre un total de 350. Lo sabremos pronto, al igual que sabremos si gentes que fueron ministros-as y no se lucieron precisamente vuelven a cargos de tal relevancia. No serían buenos inicios, no.

Sin embargo, la mayor incógnita, la que preocupa a millones de españoles, reside en conocer las relaciones del nuevo presidente del Gobierno con los separatistas catalanes. Le han votado, sí, pero ignoramos si tras el voto afirmativo hay promesas, negociaciones o simplemente las ganas de echar a Rajoy e iniciar una ¿nueva? etapa. Pedro Sánchez ha apoyado sin fisuras el 155 y ha estado al lado de Rajoy en los momentos más duros del conflicto catalán, lo que le ha merecido las críticas y denuestos de los independentistas, incluido Quim Torra, el Españolísimo. Pero esos apoyos de Rufián y Cia han despertado muchos recelos y se prestan a conjeturas y más conjeturas. De momento, Sánchez solo ha hablado de iniciar un diálogo, acercar posturas y rebajar la tensión. ¿Se conformarán los chicos de Puigdemont? Me temo que no. Para esta gente, dialogar equivale a decir sí y aceptar todo lo que proponen por muy descabellado e ilegal que sea. Lo demás es fascismo. Al menos, así ha sido hasta ahora. Si cambian, Pedro ya no sería Pedro a secas; sería San Pedro.

Lo de Bildu, con perdón, me parece menos preocupante. Hoy por hoy, el problema vasco no tiene comparación con el catalán. Si te han dado sus votos sin pedírselos, qué le vas a hacer. No hay forma de rechazarlos. Pero no cabe negociación con Bildu. Y creo que no la habrá. Manda y decide el PNV, que, además, gobierna en coalición con el PSOE en el País Vasco. Y Urkullu entra a las reuniones frotando el pulgar y el índice de la mano derecha. O de las dos.

Y luego está la reacción del PP. Pierde casi todo el poder. Unos 1.300 cargos se van a la calle. ¿Asimilará con serenidad el impacto o se tirará al monte?, ¿volverá la crispación?, ¿recuerdan al Aznar del 93 al 96 o a los Rajoy, Zaplana, Acebes y demás del 2004 al 2008? Veremos.

En cualquier caso, y pase lo que pase, el día de mañana podremos contar a los nietos aquello de "Yo viví el verano del 2018 cuando, por primera vez, triunfó una moción de censura en España". ¿Y qué pasó, abuelito? Pues, verás...