Entre la sorpresa y la incredulidad, los acontecimientos de los últimos días son sin duda una de las páginas más jugosas de las que componen el anecdotario político de los últimos años en nuestro país. Rajoy desalojado de la Moncloa, Soraya y Cospedal arrasadas por su rivalidad y Sánchez conquistando contra todo pronóstico la Presidencia del Gobierno, en una moción de censura que cuando arrancó parecía que iba a ser su propia fosa. Pero nada de eso, Sánchez ha renacido cual ave Fénix y ahí está de flamante presidente, catapultando al PSOE de nuevo al poder, siquiera recortado por su minoría.

Sánchez ha venido con intención de quedarse, a la vista de los fichajes estelares de sus ministros, entre los que a muchos nos ha chirriado el de Huerta, sin duda por lo de ser chico Ana Rosa. Sánchez empezó lanzando el nombre de Borrell, lo que a muchos nos devolvió la respiración, pues no en vano tiene trayectoria y ha sido uno de los adalides contra el independentismo catalán. Este nombramiento parece contrarrestarse con el de Meritxell Batet, una federalista convencida, a quien ha puesto al frente de las administraciones públicas. Grande Marlaska es uno de los designados más sonoros y de paso un guiño al colectivo gay. Y se llevó a Carmen Montón a Sanidad, con lo que aquí muchos se habrán alegrado.

Por regla general abominamos de los cambios, por el riesgo de ir a peor. Hasta nos habíamos acostumbrado a que la sacrosanta cartera de Hacienda dependiera del simpar Montoro. Sánchez ha encomendado este complejo ministerio a una médica, por nombre Montero, demostrando de paso que una sola letra puede significar un gran cambio. Me alegro de que sea una mujer, así como la ministra de Defensa, Margarita Robles, que dio nada más llegar un aviso a navegantes al posicionarse a favor de la Constitución. Tal vez fuera en respuesta a la pancarta que el gobierno catalán colgó al día siguiente del nombramiento del nuevo presidente, enseñando los dientes.

El PP tiene una mayoría absoluta en el Senado que puede ser clave con respecto a sus propios presupuestos, frente a los que ya ha introducido enmiendas, demostrando así la volubilidad del ser humano. Y Sánchez se ha comprometido a gobernar con dichos presupuestos peperos, para contentar principalmente a su socio preferente. A ver qué resulta de todo este batiburrillo y si Sánchez se reivindica como presidente, sacando al hombre de Estado que todos esperamos que lleve en su interior.