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¿Una dictadura asumida?

Se ha inaugurado en el MuVIM la exposición «Belleza y Juventud. Esclavitud contemporánea». Es un vasallaje que viene de muy lejos: desde las depilaciones con una primitiva especie de cera a las que se sometían las romanas de la antigüedad, a los torturados «pies de loto» de las mujeres chinas a los corsés decimonónicos que oprimieron a nuestras antepasadas más próximas. El cuerpo femenino, durante tanto tiempo único signo identitario, ha sido manipulado hasta la saciedad en aras de unos cánones de belleza variables según las épocas y en pos de una juventud ideal, ambicionada a toda costa.

Creer que esto son cosas pasadas es engañoso. Si bien es verdad que «la mujer actual se ha liberado de muchas presiones, todavía no lo ha hecho de la prisión estética». Tal es la opinión de la periodista y escritora Lourdes Ventura, que justo al comienzo de este siglo publicó La tiranía de la belleza, interesantísimo libro en el que analiza el modo en que ese dominio o esclavitud llega a interiorizarse hasta el punto de que la mujer no alcanza a percibirlo como tal, sino como algo espontáneo, de su propia naturaleza. Y es que, como afirma José Antonio Marina en su sabio prólogo, si la mujer ha logrado la autonomía política y jurídica, «no ha alcanzado del todo la autonomía subjetiva», contra la cual labora un «adoctrinamiento estético» centrado en el aspecto físico. El consumo compulsivo de la cosmética, el sometimiento a las dietas y, en tantos casos, a excesivas intervenciones quirúrgicas, permanecen aún a muchos niveles en un mundo hipnotizado por el poder de la imagen. Una imagen a menudo falsa, puesto que los iconos que se ofrecen corresponden a profesionales que han reestructurado su cuerpo a fondo y no representan en absoluto una realidad auténtica. Una viñeta de El Roto en 2008 proclamaba «La cirugía estética es el burka de Occidente», o sea, un sistema de ocultación. La comisaria de la mencionada exposición del MuVIM, Rosa Olivares, subraya que el objetivo de la misma es «mostrar la contradicción entre la belleza cotidiana y la obsesiva». Nos da pie para muchas reflexiones que podrían rematarse con la conclusión que Lourdes Ventura pone a su libro: «Después de buscar en vano la belleza en el reflejo de las miradas ajenas únicamente podremos reconocernos y gustarnos frente al espejos de nuestra propia aceptación».

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