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Falta afición y memoria

Se acabó la feria más larga del mundo. Treinta y tres tardes ininterrumpidas de toros en la plaza más importante del planeta. Independientemente de lo que ocurra hoy en la corrida de Victorino, fuera de abono y que presidirá el rey Felipe, el balance final deja un sabor agridulce. Por una parte, los triunfos incontestables de El Juli, Talavante y Roca Rey, que copan el podio de la feria; también cuatro toros sobresalientes, representantes cada cual de lo mejor de su estirpe (¿quién dijo que la diversidad de encastes era un cuento chino?): Cuba II (Lisardo-Atanasio), Ombú (Juan Pedro Domecq), Licenciado (Núñez) y Chaparrito (Albaserrada-Saltillo). Sorprende, sin embargo, que ninguno haya sido premiado con la vuelta al ruedo póstuma. Un sinsentido que se agrava con el reconocimiento que recibió Asturdero, de la ganadería de Saltillo, que no figurará en el cuadro de honor de la feria.

Más allá de las filias y las fobias de cada uno, la actuación de los presidentes de Madrid merece un capítulo aparte. No tanto por la disparidad de criterios, entendible en cualquier colectivo, sino por su alarmante ausencia de afición. Las injusticias cometidas con toreros que han dado la barba - Fortes y Chacón, principalmente- contrastan con la concesión de trofeos a otros compañeros que lo merecieron menos. Eso solo puede entenderse por la falta de verdadero interés y memoria histórica. Dos virtudes imprescindibles para emitir un juicio equilibrado, que se ajuste a la realidad de lo que sucede cada tarde en el ruedo.

No todo el peso de la responsabilidad recae, obviamente, sobre el palco. Los tendidos de Las Ventas adolecen de la seriedad y el respeto que presidía el juicio de los aficionados antaño. Ese conjunto de opiniones diversas que otorgaba el contrapeso preciso a la labor del usía, fijaba posiciones y tendencias, y evitaba que el prestigio de la plaza se fuera al garete. Una afición sin criterio ni memoria es presa fácil para el triunfalismo y el derrotismo, dos pestes que asolan la tauromaquia del siglo XXI y que solo beneficia a los que entienden esta actividad artística en el corto plazo.

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