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Una larga precampaña

Los cambios en política pueden ser súbitos. Hace una semana, Pedro Sánchez asaltaba la Moncloa a lomos de un pacto inusual con los partidos de la ruptura. Si la clave era desalojar al PP debido a la sepsis desvelada por la sentencia del caso Gürtel, no dejaba de sorprender que el PSOE aceptase los votos de un partido heredero de la ya extinta CDC, algunas de cuyas sedes han sido embargadas por financiación ilegal. Las contradicciones asoman siempre donde los principios emanan de la voluntad de poder: lo que cuenta es el resultado y la consecución de un objetivo, no las lealtades rotas ni la mutación de las reglas de conducta.

La inteligencia de Pedro Sánchez se mide en el plano de la astucia. Catón el Viejo observó, ya al final de su vida, que "es difícil defenderse en una época, cuando uno ha vivido en otra". Esta máxima rige también cuando comparamos a Rajoy con Sánchez: son épocas distintas, estilos diferentes, lecturas contrapuestas del momento político. El presidente gallego pecó -casi desde el inicio- de falta de imaginación. Obedecía a una actitud conservadora -en su sentido emocional más que ideológico- llevada al extremo. En realidad, el espacio político de Rajoy era puramente el de la gestión administrativa y la dilatación de los tiempos de respuesta: un mundo definido por el presente más que por el pasado o el futuro. Sánchez, en cambio, ha sabido interpretar mejor el cambio generacional, unido también a un cansancio acumulado por el exceso de crispación. A Zapatero lo tumbó negar el estallido de la crisis económica en 2008. A Rajoy lo ha tumbado la corrupción, pero aún más el inmovilismo cuando ya no era útil el catenaccio. La astucia de Sánchez la hemos podido comprobar asimismo en el nombramiento de los ministros, que ha sorprendido incluso hasta a sus críticos. Más mujeres que hombres, por ejemplo, como guiño al 8-M. Dos pesos pesados en Exteriores y Economía - Borrell y Calviño-, para acentuar el proyecto europeísta del gobierno y calmar las dudas de los mercados. Una especialista en financiación autonómica en Hacienda que facilite el nuevo acuerdo territorial sobre unas de las grandes reformas estructurales que necesita el país; un astronauta para Ciencia y Universidades; un periodista, autor de best-sellers, para Cultura? Al lado de los gobiernos de Rajoy se trata de una propuesta más imaginativa, con algunas figuras de prestigio no estrictamente políticas que anuncian cierta voluntad de cambio a la par que un notable sentido del márketing para pescar en todos los caladeros de voto.

Sánchez ha intuido que el futuro del PSOE pasa por un gobierno que responda a las inquietudes sociales sin aspavientos exagerados. Plantea competir por el voto del centro-izquierda (el espacio natural de la política española) más que por los arrabales ideológicos de Podemos. A la hora de negociar una solución al conflicto nacionalista, su propuesta parece unir la pedagogía internacional -Borrell- con la mano tendida en el Parlamento. Sabe que su ejecutivo es débil y que la crispación irá en aumento. Sabe que en el nuevo momento político la imagen prima sobre los hechos. La legislatura puede ser breve, pero ha cruzado ya el ecuador. A derecha e izquierda del espectro político, se ha puesto en marcha una larga precampaña en la que Sánchez quiere surgir como hombre de Estado. Maquiavelo lo aplaudiría. No en vano, a esa capacidad camaleónica la denominó virtù.

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