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Financiación y reforma constitucional

Va a resolver una reforma constitucional el problema catalán, como el PSC propuso y casi dio por hecho el sábado en Barcelona? Aunque nadie pueda responderlo, hace bien el nuevo gobierno con intentarlo. La única recomendación es que no olvide al resto de españoles. .

«El pasado es el Prólogo» escribió Shakespeare en La Tormenta; en término de lo vivido en los últimos meses, el prólogo del nuevo equipo habla de un gobierno de Rajoy incapaz de cumplir con sus responsabilidades, con una agenda vacía como no fuera seguir en el poder con el menor esfuerzo posible. Para resolver el problema catalán se limitaron a recurrir a los jueces; para digerir internamente corrupciones, pasadas o presentes, las negaron sin más; para gestionar la deuda del país menospreciaron su amplitud? y para afrontar la financiación autonómica, crearon una liturgia basada en expertos de parte, una excusa para retrasar una propuesta todavía hoy desconocida.

Desde el martes se puede leer un librillo que recomiendo encarecidamente En el huracán catalán: Una mirada privilegiada al laberinto del procés escrito por la corresponsal en España de Le Monde, Sandrine Morel, quien desde su cartesiana cabeza relata episodios que van mucho más allá de la falta de deontología profesional de muchos periódicos y televisiones catalanas. Borrell al hacerse cargo de Asuntos Exteriores, fue tajante «España se enfrenta quizá al mayor problema que puede enfrentar un país, el de la integridad territorial». Quizás Borrell, al hablar de territorialidad, debería haber ampliado su análisis al conjunto de Comunidades Autónomas (CCAA) ya que en esta materia tenemos un enorme agujero. Los responsables de los distintos modelos de financiación no trabajaron bien y en plena crisis, Rajoy fue incapaz de reconocer la magnitud del problema. La conclusión puede que sea «contra Montoro vivíamos mejor».

En nuestros procesos electorales se usan dos ejes para explicar las preferencias de los votantes; el primero es el tradicional «derecha-izquierda» sea cual sea la línea separadora en esta era de globalización/digitalización; el segundo tiene que ver con lo territorial, la tensión centro-periferia. Aparentemente deberían ser variables independientes, pero como Borrell sabe, hay un desprecio por el político que tienda a defender lo jacobino desde una militancia izquierdista.

Reflexionando sobre financiación y el eje territorial, estamos en un equilibrio inestable, soportado en cinco núcleos financiero-sentimentales: 1) regionalistas unionistas; 2) autonomistas; 3) federalistas; 4) independentistas con un estatuto privilegiado y 5) independentistas camino de una república. Para muchos, los límites no son muy nítidos, ni siquiera para muchos políticos incapaces de encarar que las financiaciones regionales son radicalmente distintas para cada uno de los cinco grupos.

Hablamos de «seguir siendo» españoles, la posibilidad de «sentirse» español es una cuestión que depende del individuo. La partición en conjuntos propios de la lógica difusa es discutible, pero lo cierto es que los núcleos 4 y 5 están ausentes de los actuales foros oficiales que discuten el futuro de la financiación autonómica, unos por reconocimientos constitucionales y otros siguen sentados al borde del camino para ver pasar el cadáver del Reino de España. Las ideologías y aspiraciones de los grupos 1, 2 y 3 se reunieron en la citada liturgia de los expertos en financiación. No hubo acuerdo, ni podía haberlo porque el tema no es para técnicos, sino para políticos de raza.

Si Cataluña va a seguir en España, cosa que deseo fervientemente; si el PNV va a seguir gobernando una Euskadi quasindependiente; si el federalismo va a ser una opción para aquellas CCAA con capacidad para asumirlo; si la organización en CCAA va a ser tan duradera como las provincias dibujadas hace casi dos siglos; y si se mantiene el regionalismo unionista de una parte de los territorio, es evidente que deberemos ir a una organización territorial distinta a la actual y constitucionalmente factible. Es un complicado encaje de bolillos que acabe con soluciones que sin apasionar a nadie puedan servir a una o dos generaciones de españoles, a la espera de culminar este parto interminable que conocemos como Unión Europea.

A partir de esta semana, nos aguardan días cuya crónica va a lindar con la esquizofrenia política que debemos asumir a pesar del morbo correspondiente. Después de la moción de censura, la catarsis es imprescindible y no puede arroparse en mentiras consentidas propia de etapas preelectorales o neoconstitucionales. Hay que reconocer la dureza de la situación. Oiremos difíciles ejercicios de oratoria:

La defensa de los presupuestos de 2018, por parte de aquellos que hace pocos días los abominaban y viceversa.

El final de la cruel tortura del lenguaje: «La independencia se declaró», pero «la república la tenemos que ir haciendo», «Catalunya quiere ser una república independiente pero no es un país independiente que no está reconocido como tal» (versión Berlín)

La ministra que desde Andalucía argumentaba que las CCAA necesitaban 16.000 millones de Euros adicionales para hacer frente en 2018 a sus actuales transferencias, tendrá que beber del amargo cáliz, del «donde dije digo, digo Diego», del que Montoro cobardemente apartó de sus responsabilidades. Hasta ahora la nueva ministra de Hacienda, líder de nuestro grupo 2, pensado desde la uniformidad de las CCAA, cosa que poco tiene de federalismo. Solidarizarse con ella significa simplemente pedir claridad y sinceridad sobre las condiciones internas y externas de esta crisis territorial que estamos viviendo

Me atrevo a sugerir que pasen a segundo plano los melindres de Podemos y que expliquen con cifras solventes su propuesta federalista; que el PP explique someramente lo que hubiera ejecutado en materia de CCAA de haber seguido en el poder; que oigamos las propuestas desde los territorios que amenazan con su independencia. Todo ello esperando que lo antes posible, el gobierno pueda explicar los mecanismos por los que simultáneamente «financiación autonómica», «actualización de pensiones» y «cumplimiento con Europa» pueda hacerse. No todo va a ser posible, pero al menos conozcamos los criterios que se van a manejar. Sin ello la reforma constitucional será una especulación.

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