No les hizo falta a los actuales partidos en el Gobierno valenciano que un juzgado abriera diligencias para saltar a la yugular de los entonces dirigentes populares; tan solo un atisbo de sospecha, un investigación eran motivo para la ofensiva política. Las redes, los medios de comunicación, las salas de los plenos municipales, todo valía para desbancar a los corruptos.

Mónica Oltra puso de moda el empleo de camisetas reindivicativas: la imagen de Francisco Camps «en busca y captura», eslóganes como «no nos falta dinero, nos sobran chorizos», alusiones a la transparencia o a la salida precipitada de aquel gobierno podrido€. Joan Baldoví recurrió a un modus operandi similar en «Madrit»: exhibición de la camiseta de Wally -en referencia a Rajoy-, silbatos, sobres para guardar billetes€ Enric Morera fue incansable apelando a las «manos limpias». Fomentar la alarma social en torno a la corrupción valió un gobierno a tres. En un claro intento por colgarse la etiqueta de ser los paladines contra la corrupción, en Compromís fueron pioneros en el uso de estos métodos, por delante de los otros partidos del actual tripartito.

Las sombras que desde hace meses empañan la financiación del Bloc y PSOE de una década atrás han servido para constatar que el principal partido de la oposición no está a la altura de lo que se hubiese esperado. En el PP no han aprendido la fórmula de la receta que les han venido administrando en los últimos años y parece que se conforman con la comodidad de esperar tiempo mejores al abrigo de los escaños. Pero entre las bases ya hay quien reclama estrategia y energía política. La excusa de que el aguacero de los casos de corrupción propios no remite, no sirve.

Isabel Bonig tendría que reflexionar sobre cómo es posible que su treintena de diputados lleven tres años sin ofrecer un mal titular, aunque sea a base de metodología circense, lo que al menos permitiría a unas bases desmoralizadas mantener la esperanza y ofrecer a la ciudadanía la sensación de que son alternativa. Apatía e inseguridad es lo que se atisba en la bancada popular.

Es verdad que mientras Bonig siga obligada a emplear más tiempo en pedir disculpas por lo hecho años atrás que a su tarea de oposición, estará lastrada, pero quizás por eso el uso de aquellas técnicas empleadas contra el PP por los que hoy son gobierno debería ser una opción a tener presente. No es cuestión de poner el ventilador, pero está claro que la afonía no es una opción.