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La razón humanitaria

Crisis de refugiados, la mano dura, el corazón y la falta de soluciones

Tengo una vieja especial predilección por Italia que no puedo circunscribir a un único ámbito de la vida, su historia, cultura o belleza. Para mí es un país deseado y querido, hasta el punto, por ejemplo, que un mundial de fútbol como el que se avecina, sin la azzurra, carece de interés. Pero a Italia, al igual que sucede con España, la reducen sustancialmente sus políticos, y como los políticos no dejan de ser el reflejo, en gran medida, de los ciudadanos que los eligen, supongo que hay pulsiones democráticas muy mejorables en los italianos, como en los españoles, que se me escapan. Matteo Salvini, padanofascista de la Liga Norte y ministro del Interior del nuevo gobierno fruto de la alianza de la extrema derecha con los populistas del Movimiento 5 Estrellas, ha celebrado como una "victoria" que España se decidiese a acoger al barco Aquarius por "razones humanitarias". A bordo del Aquarius viajan 629 personas, entre las que se encuentran 123 menores, 11 niños pequeños y siete mujeres embarazadas, rescatados de las aguas. Salvini, que ha prometido mano dura contra la inmigración, ordenó cerrar las puertas para ellos. Es verdad que hasta ahora Italia había sido el único país en soportar la presión de los refugiados mientras Francia y España sellaban de algún modo sus fronteras. Obviamente no se resuelve el problema del tráfico de personas con "razones humanitarias", pero tampoco negando el socorro a unas víctimas a la deriva. Mucho menos expresándose cínicamente sobre el "buen corazón" de los demás y la dureza del propio, como ha hecho este escuadrista ministro del Interior que defiende ufano las reglas del viejo fascio: ordine, pulizia y disciplina. Casi cien años después.

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