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Gemma Martínez

La paz que tanto precisa el Corte Inglés

Dimas Gimeno perdió ayer la presidencia de El Corte Inglés en un movimiento histórico. Nunca un máximo responsable de la primera cadena de grandes almacenes de España y la cuarta de el mundo (con casi 1.500 establecimientos) había sido relevado antes de su fallecimiento. La destitución, promovida por sus primas y adoptada por unanimidad, debe servir para que El Corte Inglés recupere la tranquilidad y la normalidad que necesita. Así podrá olvidarse de las guerras internas entre las dos ramas de la familia Álvarez (mayores accionistas de la empresa por detrás de la Fundación Ramón Areces) y centrarse en diseñar sus estrategias de futuro en un entorno social, económico y de mercado cambiante, con los grandes gigantes tecnológicos volcados de lleno en el comercio online.

El relevo en la cúpula ejecutiva, con Jesús Nuño de la Rosa y Víctor del Pozo como presidente y consejero delegado (dos hombres cercanos al fallecido Isidoro Álvarez y respetados por las dos ramas de su familia), es un paso en la buena dirección. La profesionalización de la gestión, que por primera vez en la historia queda en manos ajenas a los familiares de los fundadores, acerca a El Corte Inglés a las mejores prácticas de gobierno corporativo, que recomiendan separar claramente las competencias y las atribuciones del equipo gestor y de los accionistas. Si bien es verdad que a Gimeno lo designa como sucesor su tío, el fallecido Isidoro Álvarez, no es menos cierto que la estructura corporativa y la gobernanza de la compañía eran mejorables. Sus primas, las hermanas Álvarez Guil, quizá debieron exigir la profesionalización antes, sin llegar a un enfrentamiento tan enraizado con su primo.

Cabe esperar que la impugnación del cese por parte de Gimeno, que incomprensiblemente faltó ayer a la reunión convocada para su destitución (seguirá como consejero hasta agosto), no eternice demasiado un enfrentamiento accionarial (entre él, su madre y su tío, por un lado, y sus primas, las hermanas Álvarez Guil, por otro) y judicial que ya dura demasiado. Actualmente existen cinco demandas contra las hermanas Guil, por el reparto de la herencia de Isidoro Álvarez, a la que puede sumarse otra ahora. La paz judicial es mucho más deseable que mantener sine die una pugna en la que todos pueden salir perdiendo y que difícilmente no afectaría a la empresa, a su gestión y administración y a su estrategia de futuro.

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