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Los sacrificios del ´Aquarius´

Hace cuatro años, cuando Israel atacó la franja de Gaza -en uno de esos conflictos recurrentes que se repiten como las fases de la luna- una iglesia ortodoxa de Gaza acogió a miles de palestinos que habían huido de sus casas y que no tenían adónde ir. Recuerdo que apunté el nombre de la iglesia -era la iglesia de san Porfirio- y que guardé una foto que encontré en internet. La iglesia era una construcción modesta, muy bella, con un aire románico y al mismo tiempo bizantino, que parecía metida con calzador entre los minaretes y los edificios de la superpoblada franja de Gaza. Pero aquella iglesia, que era la más antigua del territorio, apenas tenía espacio para acoger a tanta gente. ¿Dónde iban a meterse los refugiados? El caso es que el arzobispo Alexios, el responsable de la iglesia, supo encontrar un hueco y consiguió meter a mil refugiados entre los viejos muros de piedra gris. ¿Cómo lo hizo? Imposible saberlo. Pero el caso es que lo hizo. Y eso es lo que importa.

Cuento esto porque las cosas se pueden hacer si hay ganas de hacerlas. Y si alguien empieza a refunfuñar pensando en los seiscientos refugiados africanos del Aquarius que van a llegar a València -gracias a una decisión que honra a quien la ha tomado- que antes se pare a pensar en lo que hizo el arzobispo Alexios en su pequeña iglesia de San Porfirio. Por supuesto que esta decisión de aceptar refugiados tendrá consecuencias y que estas consecuencias no siempre serán agradables. Es muy probable que las mafias que transportan inmigrantes ilegales cambien de ruta y empiecen a traerlos a España en vez de llevarlos a Italia. Es muy probable que algún día, quizá muy pronto, empiece a haber movimientos xenófobos entre nosotros y que esos movimientos ganen muchos millones de votos. Es muy probable que esos movimientos nos den miedo y en muchos casos nos pongan los pelos de punta. Eso es innegable. Pero la actitud de matonismo chulesco del gobierno eurófobo de Italia, en el que conviven la extrema derecha de la Liga Norte con lo antisistema igualmente xenófobos del Movimiento 5 Estrellas, era tan repugnante que es bueno que alguien se haya comportado con decencia. Y si por una vez ese alguien ha sido el gobierno de España, mucho mejor para todos nosotros.

En cualquier caso, conviene tener algunas cosas claras. Cuando el arzobispo Alexios acogió a los miles de refugiados palestinos que huían de la guerra, sabía que aquello iba a representar un problema muy serio. Sabía que tendría que vivir en unas terribles condiciones de hacinamiento rodeado de gente hambrienta y enferma. Sabía que iba a tener que compartir muchos de los padecimientos de aquella gente. Y sabía que eso le iba a costar un gran esfuerzo y una gran cantidad de recursos económicos, que no imagino muy boyantes en una iglesia que apenas tenía fieles en un territorio donde casi no hay cristianos. Pero Alexios sabía a lo que se enfrentaba y estaba dispuesto a hacerle frente. Y hasta las últimas consecuencias.

El problema -no nos engañemos- es que entre nosotros no abundan las personas como el arzobispo Alexios. Si empiezan a llegar grandes cantidades de inmigrantes -y media África está haciendo cola para huir a Europa- todo eso se notará en los servicios públicos, en las guarderías, en los hospitales. No conviene olvidar que todavía hay tres millones de parados en nuestro país y que muchos millones más tienen un empleo muy mal pagado y están condenados a vivir en medio de la precariedad. Y es esa gente, la más débil, la que depende de los servicios sociales y de las ayudas públicas, la que acusa enseguida la llegada de miles y miles de inmigrantes que van a vivir en sus mismos barrios y usan sus guarderías y sus servicios públicos. Y esa gente, la más frágil, la más vulnerable, es la que al final acaba votando masivamente a los movimientos xenófobos y racistas. En Francia, en Bélgica, en Alemania, son justamente los antiguos votantes de la izquierda comunista y socialista los que ahora votan masivamente a esos políticos matoniles que en Italia se llaman Salvini y DiMaio (sus rostros, por cierto, dan miedo; incluso Berlusconi parece a su lado un patricio romano digno de Séneca).

Es una muy buena noticia que el Aquarius venga a España. Sin ninguna duda. Pero conviene saber si estamos dispuestos a hacer los sacrificios que vendrán detrás. Porque todo tiene un precio en esta vida. Incluso la bondad, incluso la compasión. Incluso la misericordia.

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