Somos de extremos. En poco tiempo hemos pasado de que aquí no dimitiera nadie, a padecer de dimisionitis y destitucionitis agudas. En cierto modo, era de esperar que el Gobierno de Sánchez fuera puesto bajo la más estricta lupa, después de cómo llegó a tomar asiento en la Moncloa, tras un movimiento táctico parlamentario que muchos han calificado de golpe de Estado. En mi opinión en realidad fueron hábiles aprovechando el momento y jugaron sus cartas dándoselas de limpios, pero cuando exiges limpieza al de al lado tienes que tener claro previamente que tú mismo llevas la muda de primera comunión. Màxim Huerta cayó a los seis días, en plan Cenicienta; vamos, que no le dio tiempo ni a repanchigarse en el sillón de su nuevo despacho ni a sobar un poco la cartera, que ya ha tenido que entregar a su sucesor, un señor que parece más serio que Buster Keaton. Habrá sido por compensar. Veremos qué pasa con el de Agricultura, que todo apunta a que vaya a seguir el mismo camino. A este paso no le va a durar mucho la alegría al presidente, del que ya el PP está pidiendo la dimisión, porque como no sea capaz de coger el timón desde luego que no va a poder llegar a los dos años, como sería su deseo, y tendrá que convocar elecciones generales pronto.

Parece mentira que al final tengamos que recurrir al dichoso fútbol para tener alguna alegría, deporte al que no juega el actual ministro del ramo, que es más de sillón-ball al parecer. Ahora que escribo, no tengo idea de lo que pasará con el partido de España-Portugal, selección ésta última en la que acabo de caer que juega nada menos que Ronaldo. Pues sí que estamos bien. Intuyo el desconcierto de la plantilla ante la destitución de Lopetegui en la misma semana de comienzo del Mundial. Para mí que el presidente de la Federación tuvo un ataque de testosterona aguda y que no se pensó dos veces en las consecuencias. No tengo ni idea de fútbol ni lo sigo habitualmente, aunque seguro que me veré los partidos del mundial en los que juegue España, y hasta puede que acabe gritando como una posesa si tenemos la suerte de que la Roja marque gol. Es de necesidad explayarse un poco, y tener la oportunidad de hacerlo sin tener que pedir perdón por ello no es poca cosa, más aún teniendo en cuenta cómo está el panorama.