Pablo Iglesias ha elegido la zanahoria y el palo para convencer a Pedro Sánchez de que la coyunda de la izquierda es necesaria para aliviar la extrema debilidad parlamentaria socialista. Por un lado propone veinte medidas sociales para presumir del cambio, muchas de ellas posibles, y, a la vez, le recuerda, como ha hecho el centroderecha, que no tendrá los cien días de gracia. Los famosos cent-jours vienen de_Napoleón, comprenden desde el 20 de marzo de 1815, cuando regresó a París desde el exilio en Elba, hasta el 28 de junio de 1815, fecha de la segunda restauración de Luis XVIII como rey de Francia. Pero por lo que sestamos viendo el período de gracia acaba con nuestro Pedro Sánchez. Al flamante presidente del Gobierno no le dan tregua, aunque él tampoco la ha permitido por las prisas de su gobierno en anunciar en las primeras veinticuatro horas medidas propias de marcianos, como el caso de una reforma constitucional sin disponer del consenso necesario.
La ascensión de Sánchez a la Moncloa fue por la vía exprés y ahora le obligan a redefinirse desde el primer instante. Podemos le invita a transitar en su compañía por carreteras secundarias ya que no es posible hacerlo por las autopistas de la reforma laboral, ni aprobar una nueva constitución para satisfacer a los nacionalistas. Sobre estos goteará simplemente el agua del cielo de las políticas de apaciguamiento que jamás sirvieron de mucho a la hora de frenar las grandes amenazas. La nación de naciones, el acercamiento de los presos, etcétera, son una parte importante de ese discurso. También se explotará la ola de buenos sentimientos frente al drama humano de las pateras. Volvemos a empezar.
