Por tercer año consecutivo, València acoge la presentación del informe El estado de la cultura en España, un acto organizado por Acicom (Associació Ciutadania i Comunicació). A diferencia de otros análisis y encuestas globales que se realizan en nuestro país sobre el sector estratégico de la cultura, este informe, redactado por la Fundación Alternativas desde 2011, se caracteriza por estar elaborado con absoluta independencia de criterio, sin velados compromisos con creadores artísticos o gestores de derechos de autor, ni con iniciativas públicas de ejecutivos de ámbito nacional y local.

Este think tank creado en 1997 por profesionales de las artes, intelectuales y políticos para renovar la izquierda ideológica quiere incidir en las políticas públicas, con sus investigaciones marcan un espacio real de las políticas estratégicas que se pueden adoptar en el ámbito nacional, europeo y global.

Las respectivas academias del Cine y de las Artes Escénicas, la SGAE, el Ministerio de Cultura o los departamentos culturales de las diferentes administraciones públicas nos tienen acostumbrados a presentar periódicamente las características de los sectores artísticos y del mercado cultural en el que se gestionan las iniciativas pública y privada, estableciendo conclusiones y recomendaciones. Así, por ejemplo, la Academia Española de Artes Escénicas recomendaba en un reciente estudio de Jaume Colomer, considerar el trabajo escénico en España como producto de una economía de mercado y aconsejaba la agrupación de empresas y la reducción de costes, así como el mantenimiento de un precio competitivo de taquilla como medidas ineludibles de futuro. Al mismo tiempo que reconocía que algunas unidades de producción de la escena española pertenecen al ámbito de la economía social, que necesita de recursos públicos para desarrollarse con parámetros diferentes a los de la competencia del mercado.

El espejo informativo que nos pone, en esta ocasión, la Fundación Alternativas ante los gestores y usuarios culturales tiene dos caras. La optimista, que valora positivamente el talento de los creadores españoles, las nuevas oportunidades de difusión y acercamiento a la sociedad que nos ofrecen las nuevas tecnologías y en el mantenimiento de un mercado de consumos culturales que alimente una industria más competitiva en unos sectores que otros. La negativa, el fallo estrepitoso en la proyección exterior de la producción cultural y en la falta de una iniciativa estratégica solvente del gobierno español y ejecutivos regionales, que aporte el reconocimiento de la cultura española en los foros de un mundo globalizado, para lo cual la Fundación Alternativas también realiza propuestas. El tema monográfico de este año es el espacio cultural iberoamericano. No tiene sentido dar la espalda a unos mercados culturales inmensos donde la lengua de uso cultural es la misma que compartimos todos los españoles.

La cultura española suspende, aunque mejora levemente respecto a 2017; pero las políticas que favorecen la cooperación cultural iberoamericana, que no sólo se apoya en el uso de una misma lengua sino también en la complicidad de una tradición histórica compartida, merece una de las notas más bajas: 3,7 puntos sobre 10. Un rotundo suspenso, porque son muy escasas las iniciativas que promueven las autonomías de penetración cultural en aquellos mercados, y también los últimos gobiernos de España han estado ausentes en este ámbito de gestión, más allá de simplemente mantener abiertas sedes del Instituto Cervantes en Brasil. Y si hablamos de la cultura española escrita en lenguas minoritarias nos encontramos con un panorama comercial aún más desolador, tanto en su proyección exterior como en el propio ámbito nacional.

El Govern del Botànic se tomó el primer año de legislatura para establecer un plan estratégico de la cultura, considerada como actividad económica que da empleo a numerosos creadores, artistas y gestores, y que ofrece satisfacción cultural a miles de usuarios que pagan la compra de estos productos para incrementar su calidad de vida y su formación. De esta manera se pretendía que cualquier medida singular y sectorial estuviera justificada por un marco general de la industria cultural en la que se establecían unos objetivos prioritarios. La cultura es un bien económico de consumo que se puede gestionar, en determinados sectores y actividades, como otros productos industriales respaldados por iniciativas empresariales que asumen riesgos y ganancias. Pero la cultura también es un bien social que requiere de la financiación pública cuando los ingresos no permiten la continuidad de una actividad considerada estratégica e innovadora.

Con motivo de la presentación en Valencia del informe de la Fundación Alternativas animamos al Govern del Botànic a que en el último año de legislatura se comprometa a rendir cuentas y presentar los resultados económicos y artísticos de la aplicación del plan estratégico. Sería interesante conocer el presupuesto público y privado que se destina a promocionar las artes valencianas fuera de nuestra comunidad autónoma, en países europeos, en Iberoamérica. También sería importante saber en qué sectores culturales ha aumentado la tutela y la subvención públicas desde que la izquierda recuperó la Generalitat y en qué actividades se ha aumentado la presencia de empresas privadas a raíz de un incremento de la demanda y por tanto de los ingresos. En realidad, nos gustaría saber si a raíz de la voluntad estratégica manifestada se ha conseguido en un medio plazo poner las bases de un nuevo modelo de gestión y usos culturales.

En definitiva, deseamos conocer cómo repercuten las políticas públicas en la dieta mediática y cultural de la ciudadanía