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Gran guiñol

Aunque mi compañero Andrés H. de Sá me vacile, el hecho de que la crisis de gobierno me pillara a miles de millas de su epicentro fue toda una ventaja de distancia perpleja: parecía un programa de telerrealidad en el que iba a aparecer ese cocinero malcarado, que todos ustedes conocen, para soltarnos: «¿Eso es un allioli? ¡Esto es una mierda!». Nadie ha ido tan lejos como España en la asunción de los mandatos postmodernos, esto es la sustitución de los hechos por su representación y en el empleo de gestos en vez de políticas. Un gobierno hecho de chicas célebres, jueces de muy amplio espectro (ampliable, si necesario fuera), tres o cuatro valencianos y valencianas, un periodista del corazón (ya dimisionario) y un astronauta. Parece un chiste de Eugenio (ahora celebrado en un documental), «saben aquel que diu: se encuentran en el Transiberiano un ruso y un tío de Jerez?».

Ya sólo nos faltaba la felonía de Florentino Pérez al dejar sin entrenador a La Roja, una de las pocas entidades que aún nos suministra satisfacciones genuinamente nacionales. Y que puede llamarse Roja sin que despeguen los bombarderos de Rota. En fin, habría que aclarar, primero, porqué el gobierno Frankenstein -apoyado en un patchwork de partidos y asociaciones benéficas (en su beneficio)- era bueno hace poco más de una semana y resultaba intolerable cuando Mariano Rajoy perdió las elecciones y, luego, las volvió a perder. Nos hubiéramos ahorrado toda la tabarra del derecho a decidir y el resto de espasmos patrióticos.

Luego están los refugiados del Aquarius (Raphael podría recuperar su famosa versión del tema de The fifh dimensión) a quienes hemos abierto la puerta, y hemos hecho bien, pero ¿alguien sabe cual será nuestra política al respecto teniendo en cuenta que una Libia y una Siria destrozadas por nuestros bombarderos, seguirán ahí lo mismo que el flujo constante de fugitivos del horror? Un gobierno como el de Pedro Sánchez debería tener su tiempo y su programa perfectamente tasados, pero tampoco quisiera privarles a ustedes del grandioso espectáculo que, sin duda, continuará.

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