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No es gatillazo, pero...

Lo de Alberto Núñez Feijóo no es exactamente un gatillazo. Piensa que aún no es su hora de liderar el Partido Popular, por eso, con la excusa de que no puede fallarles a los gallegos, prefiere que sean otros los que se estrellen en las horas más bajas. El problema de esperar una segunda oportunidad es que igual no la hay. Lo que hoy se juega el PP es la travesía del desierto o el viaje a ninguna parte. En el caso del presidente de Galicia los silencios han precedido a las dudas y éstas a la renuncia de una candidatura que deja el futuro del partido en manos de los aspirantes de baja intensidad, mientras Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores Cospedal deshojan las margaritas. Las flojas expectativas populares despiertan menos ganas, y las ambiciones chocan con la realidad. Con la excepción de los actores secundarios, el único que hasta ahora ha dado un paso al frente es el master man Casado. "Yo sí quiero presidir el PP", ha dicho. Pronto, en el momento en que cualquiera de las dos señoras decida entrar en la batalla, el fuego amigo comenzará a hacer estragos dentro de la propia casa. Casado representa mejor que ningún otro candidato de los conocidos el salto generacional, pero las sospechas del trato de favor universitario pesan en su contra y probablemente lo lastrarán. Rajoy, en la hora de la sucesión, ha pedido un "debate de altura", que nadie sabe si las urgencias de los secundarios y la renuencia de los pesos pesados facilitarán. García-Margallo reclama una "confrontación de ideas" para que los populares puedan explicar hacia dónde van y, a la vez, explicarse a sí mismos. No se espera el mejor de los tiempos, y el peor todavía no ha llegado.

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