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Respeto ciclista

El periodista debe tener cuidado con lo que no ve, es materia de fe y esa materia tiene sus especialistas. En cambio, debe contar lo que vio y he visto cosas en Bremen y en Hamburgo, Alemania del norte, ciudades hanseáticas de mayoría protestante. He visto gente, digo, que circula en bicicleta con el mismo desahogo, falta de empatía por los viandantes y temeridad acelerada que veo aquí, en València, todos los días. Eso sí, no se salen del carril bici pero, a partir de ahí, pueden embestir a cualquier abuela que lo cruza con la espalda crujida, a un ciudadano contemplativo (los hay y que no nos falten) o a una cría que escapa del control paterno. La mayoría de los carriles bicis no son reservados, sino que se dibujan en la acera con ladrillos rojizos.

Soy un entusiasta de la bici, la máquina más inteligente ideada por el hombre después de la lavadora (con centrifugado), pero la lucha de muchos alemanes por el aire limpio, el trasporte sostenible y la ciudad arbolada -un ejemplo a seguir- parece que no alcanza para la autocontención de la velocidad y el respeto por los peatones. Hay descerebrados que consideran la acera prolongación de la pista de circo o del velódromo Luis Puig, que es donde hay que ir a correr. Tranquilos, no voy a lanzar otra jeremiada por la educación perdida y la falta de respeto a los mayores, un género tan antiguo que incluso aparece en un jeroglífico del antiguo Egipto, mucho antes que ese elogio del adulterio que yo leí -traducido-en el Museo Egipcio de Barcelona.

Cabestros y majaderos han existido siempre en todos los estadios de organización social y nivel tecnológico desde que aprendimos a tallar la piedra. Y puede que antes hubiera más y no menos, pero los que hay son un excedente muy molesto, la verdad. La velocidad es incompatible con las aceras -corriendo, en bici o en patinete- y a los entierros no se va calzado con unas chanclas. Aun con bicis matriculadas y carriles reservados, las normas no pueden llegar a los rincones de la conducta que sólo el respeto y los modales aprendidos en casa alcanzan a barrer como es debido.

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