Hace apenas un mes (¿recuerdan?) el PNV daba su visto bueno en el Congreso a los Presupuestos para este año y la mayoría de comentaristas preveía que el Gobierno de Mariano Rajoy llegaría hasta el final de la legislatura, en junio de 2020. Treinta días más tarde, el líder del Partido Popular ha abandonado la vida pública y ha regresado a su puesto de registrador de la propiedad, mientras su formación se encuentra en fase precongresual, donde hasta ¡siete! aspirantes de disputan la silla dejada por Rajoy. Un escenario absolutamente inimaginable.

Tras la espantada del que aparecía como favorito a la sucesión (el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, que probablemente no las tenía todas consigo ante la posible aparición de dossieres sobre su persona, en esta era trituradora de Twitter), tres candidatos se perfilan para alzarse con el triunfo: la ex vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría (que ya ha exhibido apoyos de pesos pesados del anterior Ejecutivo); la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, que cuenta con apoyos territoriales y el joven vicesecretario general, Pablo Casado, que presume de haber logrado más avales que nadie.

El problema es que ninguno de los tres garantiza que el partido pueda recuperar el poder, a corto plazo. Pese a que Cospedal y Sáenz de Santamaría esgriman su veteranía y la posibilidad de ser las primeras mujeres en dirigir el Gobierno, ambas están ligadas a la etapa de Rajoy (muy lastrada por la corrupción); en el caso de Casado, además, las acusaciones sobre un máster falso condicionan ya su asalto para dirigir el partido. Sin olvidar la dura competencia que supone Ciudadanos y un electorado profundamente envejecido. No, el ganador que salga de esta batalla sin cuartel para presidir la sede de la calle Génova no lo tendrá fácil.