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El caso Porkytrans

El cerdo, digan lo que digan algunos textos dictados por el mismo Dios, no es un animal inmundo y el suido se empieza a suicidar cuando no puede ir a bañarse, no como algunos que conozco, que hay que arrastrarlos hasta la ducha. Lo que pase entre el cerdo y su consumidor ya no es responsabilidad del animal, sino de quien lo trafica. Treinta empresas de España constituyeron una trama para, presuntamente (presunto es el nombre portugués del jamón), vender como fresco el jamón inveterado. El jamón acabó en las cárceles españolas (excepto Cataluña y Baleares) donde las opciones se reducen como un abanico bruscamente cerrado.

No me extraña que se pretenda acercar a Cataluña a los políticos presos (al final, la denominación neutral también es la más justa): lo que no consiguió el CNI, puede lograrlo la diarrea. La rendición se llama Roca. Si treinta empresas españolas se ponen de acuerdo para cambiarle la fecha de caducidad al jamón rancio, imagínense el tamaño de la confabulación y el tejemaneje para que no logremos aclararnos en la vida sobre lo que es jamón de bellota, de recebo, de Teruel o de Sierra Nevada. Han aprendido de los políticos que se falsifican un título universitario con tinta china y un tampón hecho con miga de pan. La empresa encargada de la distribución era la murciana Porkytrans: no creo que tenga que ver con el orgullo gay, aunque no me extrañaría que nos dieran verraco resabiado por guarra fina, con perdón.

Vivimos tiempos de asepsia, desinfectados, pero yo no me lo tomaría por la trágica y sería más partidario de Nietzsche: todo lo que no me mata, me hace más fuerte. Gente tan dispar como Manuel Vicent o Michel Onfray se han preguntado cómo es posible que a partir de embutidos recios, fiambres crasos y una panoplia de salchichas de calibres tan variados como los proyectiles de la artillería de Prusia, ha podido la nación alemana ofrecer la música más sublime (y el pensamiento más encendido de poesía y arrebato). Muy sencillo: porque el cerdo es un animal rosado y con alas y porque está bueno hasta caducado.

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