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El virus de nuestra era

Steven Pinker ha dicho que el populismo es el virus de nuestra era para agregar, acto seguido y manteniéndose dentro de sus coordenadas intelectuales de optimista ilustrado, que ya ha tocado techo. Me gustaría creerlo y también que no va a ir todavía a más esa tendencia catastrófica de la política tan recurrente para la extrema derecha, los nacionalismos y la extrema izquierda. Pinker pertenece a los seres humanos con neuronas que piensan que cualquier tiempo pasado fue peor. Seguramente es así. Pero el pasado está lleno de ejemplos en los que el populismo ha traspasado el umbral de la barbarie, que invitan a temer que no hay dimensión trágica que no pueda alcanzar. Ahora tenemos el caso de Salvini, en Italia. Un escuadrista fanfarrón y provocador capaz de interpretar el drama de la inmigración como una magnífica oportunidad electoral. Al igual que hacía Mussolini con los comunistas, los liberales y los judíos, se dedica a agitar el espantajo de los africanos víctimas del infortunio negando cobijo a los barcos del rescate. Es verdad que Italia se hizo cargo durante tiempo del problema sin recibir ayuda de otros países europeos. También es cierto que las ONGs, incluso las que no son dudosas, están, sin pretenderlo, haciéndoles el trabajo a los mercaderes de carne humana que trafican con la desgracia dejando a los refugiados a la deriva. Primero se lucran y luego los abandonan a su suerte, conscientes de que los recogerán y los conducirán a puerto. No sé cómo se soluciona el problema. No parece que con Salvini ni con dosis inconscientes de buenismo, más bien con sentido común y eficacia, pero mientras tanto tras la tragedia se incuba el huevo de la serpiente. En ésta como en otras eras.

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