El jueves fue un día lamentable para quienes trabajamos en el ámbito jurídico con enfoque de género, es decir, desde la igualdad. En Pamplona se hacía público el auto de la Audiencia que dejaba en libertad provisional a los cinco violadores de La Manada en una decisión que responde a la lógica sobre la que ha sido construido tradicionalmente el derecho: mantener el orden social para que nada cambie. El lenguaje nunca es inocente y el derecho es, ante todo, discurso.

Desconozco qué formación en género tiene el tribunal que ha dictado el auto de Navarra, aunque a la vista de los resultados me temo que nula. Pero si no saben de una cuestión imprescindible para resolver casos de agresión sexual deberían capacitarse, o solicitar peritajes técnicos a quienes llevamos años formándonos en el tema. Así se hace diariamente en los juicios que requieren conocimientos expertos más allá del derecho. Tribunales internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos que condenó a México en el caso Campo Algodonero por su corresponsabilidad en los feminicidios de ocho mujeres, cuentan con periciales jurídicas en forma de amicus curiae para poder dictar sentencia interpretando los hechos desde la perspectiva de género. Y en nuestro ordenamiento ya contamos con normativa que regula esa figura procesal, tan habitual en el mundo anglosajón.

No existe la neutralidad en ningún ámbito de la vida humana, tampoco en el de la justicia, aunque se revista de tecnicismos para aparentarla, porque el derecho es tan neutral como los hombres que lo crean y su supuesta neutralidad también es una posición, en este caso a favor de los agresores. Tan importante como la letra de la ley es su traslación social, porque es creada precisamente para ser aplicada y resolver conflictos. Por eso me parece tan grave el mensaje que se está mandando a la sociedad en el caso de Navarra: impunidad para la violación de mujeres. Se dice que las facultades de derecho siguen siendo los reductos más conservadores de la academia, tal vez eso explique tantas sentencias sobre violencia sexual en las que la judicatura no es la solución, sino parte del problema. No son casos aislados, se llama patriarcado.