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El patio roto

Es muy emocionante pasear». Tal es el primer verso de un poema de John Ashbery que me vino a la memoria el otro día en el parque, a primera hora de la mañana. Pasear es, en efecto, muy emocionante. Y muy sencillo, como el verso del famoso poeta: cuatro palabras nada más, y de las de todos los días. Caminaba escuchando la radio, donde acababan de decir que a las ocho de la mañana, Iñaki Undargarin había ingresado por su propio pie en la prisión de Brieva, Ávila. Mientras él se dirigía hacia su celda, yo avanzaba a paso rápido hacia el horizonte. La citada cárcel, de mujeres, tiene unas pocas celdas para hombres, todas vacías hasta la llegada de Undargarin, y un patio de 25 metros de largo. El patio. Desconecté de lo que decía la radio y pensé en el patio mientras mis deportivas pisaban el césped. En la casa de mi infancia había un patio de cemento roto. Estaba roto el cemento y estaba roto el patio. Cuando yo nací, ya estaba todo roto.

Los patios, aunque no se usen, se rompen porque sus materiales se contraen con el frío y se dilatan con el calor. Careciendo, en fin, de las condiciones de elasticidad precisas para soportar esos cambios, se agrietan como los talones secos. Me acordé de los talones porque vi a una chica apoyada en un árbol aplicándose una crema hidratante en el talón del pie derecho. Cuando llegue a su altura, dije: ¿Grietas? Sí, dijoella, es una lata. Viene a correr todos los días y nos cruzamos en el mismo sitio y a la misma hora porque los dos somos muy puntuales. Más allá, me detuve unos instantes a contemplar un hormiguero en el que, pese a lo temprano que era, ya se percibía mucha actividad. No sé a qué hora abren y cierran los hormigueros, lo cierto es que no se atienen a los horarios del comercio.

Parecía una escena de delirium tremens: un agujero practicado en el suelo del que entraban y salían decenas de seres vivos minúsculos. Un grupo de esos seres arrastraba hacia el agujero una lombriz de tierra cuyo cuerpo todavía palpitaba. Las hormigas se alimentan de plantas y semillas, pero de vez en cuando, si surge la oportunidad, se dan un chute de proteínas. De súbito, volví a la radio, donde seguían con Undargarín. Ví el patio roto de su celda sin dejar de observar a las hormigas. «Es muy emocionante pasear».

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