El título de este artículo no pretende evocar ninguna canción del incombustible Loquillo, aunque nos pueda recordar alguna de sus letras. Al contrario, vamos a hablar de cosas mucho más mundanas, pero preocupantes, como es el hecho de que nuestro país cada vez se está haciendo más viejo.

Los últimos datos conocidos nos dicen que el año pasado se registraron un total de 391.930 nacimientos, el número más bajo desde 1996, con una tasa de natalidad situada en 8,4 nacimientos por cada mil habitantes, es decir, la más reducida de toda la serie histórica registrada. A esa realidad hay que sumar las proyecciones sobre el envejecimiento de nuestra población, donde se prevé que en 2050 las personas mayores de 65 años representarán entre el 30 ó 40 por ciento del total de la población, conforme a los estudios del INE o el informe Population Ageing and Development de la ONU.

La combinación de ambos fenómenos, envejecimiento y baja natalidad, provocará que dentro de muy poco se produzca una inversión en la pirámide de población, lo que tensionará nuestro sistema de bienestar social y la capacidad del Estado para absorber las necesidades asistenciales para personas mayores, dependientes y enfermos crónicos. De ese modo, lo que ahora casi somos incapaces de cubrir, difícilmente podremos hacerlo cuando se duplique la demanda y se reduzca la población activa que contribuye a su sostenimiento.

Las nuevas tecnologías, una sociedad que hace culto al individualismo, un cambio en los hábitos sociales y muy especialmente la falta de interés político nos están conduciendo a una situación compleja, que no sólo nos afecta a nosotros, sino que tiene un carácter global.

Ante ese escenario, sabemos que los políticos tienden a preocuparse de lo inmediato, de aquello que aparece cada día en el BOE o en la prensa, careciendo por lo general de una visión de Estado en determinados problemas. Lo hemos visto con las pensiones, pero a diferencia de ello, el envejecimiento de un país no se soluciona con enmiendas introducidas durante el debate de los Presupuestos Generales y requiere de políticas a medio y largo plazo, mucho más elaboradas que la ocurrencia de Montoro y compañía de alargar la edad para jubilarse.

Tengamos claro que la solución pasa por activar medidas sociales, laborales y económicas para dar una mayor estabilidad a los jóvenes a la hora de afrontar su maternidad y paternidad. O empezamos a reclamar acciones en ese sentido, o dentro de unos años viviremos un retroceso en el disfrute de determinados derechos y servicios que ahora vemos como incuestionables.