Esta palabra va a cobrar protagonismo creciente en los próximos años en la transmisión de las noticias del tiempo y clima. Significa la capacidad de adaptarse de forma positiva a las situaciones adversas. Junto al vocablo «resistencia», procede de las ciencias biológicas, y ambas se refieren al comportamiento de las especies para absorber perturbaciones y adaptarse a nuevas condiciones ambientales.

En la actualidad su uso ha impregnado a diferentes disciplinas, entre ellas las ciencias atmosféricas que lo emplean para referirse a la necesidad de adaptación de territorios y sociedades ante los escenarios de cambio climático futuro. En efecto, el cambio climático por efecto invernadero de causa antrópica que caracteriza el actual estado de nuestro sistema ambiental está teniendo manifestaciones evidentes en los elementos climáticos y aceleración de procesos geofísicos, de medio y largo plazo, que al no resultar tan inmediatos llegan a justificar actitudes de inacción para la disminución de los efectos del calentamiento climático en las administraciones.

Los territorios deben ir preparándose para lo que pueda venir. Aunque la manifestación de estos cambios no resulte evidente sino dentro de varias décadas. Se ha presentado un trabajo de la Fundación Aquae sobre la resiliencia en el ciclo urbano del agua, que se puede consultar, libremente, en la red. En este estudio se presentan ejemplos internacionales de adaptación al cambio climático del ciclo hídrico en diversas ciudades del mundo. Y se analizan los avances que, en nuestro país, han desarrollado en este sentido algunas ciudades, entre ellas de forma destacada Alicante, que ha desarrollado diversas actuaciones para la disminución del riesgo ante inundaciones y sequías en un ejemplo excelente de cooperación público-privada, entre su Ayuntamiento y la compañía de gestión de aguas (Aguas de Alicante, empresa mixta) para beneficio de sus ciudadanos. Este es un buen ejemplo a seguir en otros territorios y ciudades de nuestro país.