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España, De Gea y la unidad de destino

España es la nación europea que discute de todo. En esta frase que acabo de escribir ya hay espacio para discutir hasta que el cuerpo aguante. ¿Es España el nombre adecuado? ¿Es una nación? ¿Es parte de Europa? ¿Discutimos de todo? Me salen cuatro asuntos para entretenernos mientras almorzamos en el Bar Toñi.

Porque en España, los debates profundos no son en círculos o ateneos, donde casi siempre triunfa la postura y la impostura. En España se debate mientras saboreamos un bocadillo de sepia a la plancha y una ensalada de verano acompañado de una cervecita fresca. Ahí es donde se exponen con la crudeza de la sinceridad las opiniones del pueblo, que es ese concepto que solemos identificar con el mono fluorescente de los currantes de las carreteras o de las brigadas forestales. El pueblo no puede ser, por decir algo, el director de la sucursal bancaria€ Tampoco el guardia civil. Así son las cosas.

Qué opina de nuestra selección el guardia forestal? ¿Y el cobrador del aparcadero? Pues dirán según el corazón le dicte. Si es madridista , que la culpa la tiene Busquets y si es barcelonista cargará las tintas sobre Ramos. Y si por casualidad el tertuliano del bar es del Valencia añorará otros tiempos. Y visto lo visto se esconderá en su tradicional meninfotisme: a fer la mà. No les extrañe que De Gea sea el blanco preferido: ni es de aquí, ni de allá. España sólo une en la victoria. En la derrota salta en pedazos.

Ya advirtió Jordi Pujol, ese hombre de Estado, tan importante que llegó a creerse dueño del olivo, de las ramas y de las aceitunas, de los guardias de campo y de los juzgados de paz, además de las ITV, que eso de que España ganara el Mundial de Sudáfrica era un peligro para sus sueños. No escondió sus ansiedades. Un hombre que sabe la importancia de la propaganda, pues no ha hecho otra cosa en su vida, intuía el desastre que para su soñado país suponía que un catalán, en semifinales, y un castellano en la final lograran lo que ni Ortega ni Laín ni Ridruejo o Jiménez Caballero, -el que quería unir las casas dictatoriales de España y Alemania y formar un trío con Mussolini, con la bendición apostólica-, propusieran en sesudas reflexiones y propuestas. El fútbol puede unir una nación. Como por una de aquellas gane España el Mundial, que de milagros sabemos un rato desde aquel del cojo de Calanda, Pedro Sánchez convoca elecciones al día siguiente y la nación se convierte en una unidad de destino en lo universal. ¿No lo recuerdan? Es una expresión que nos obligaban a aprender de memoria aunque nunca supiéramos que era eso del destino unitario de la universalidad de la nada. Un lío.

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