Uno de los retos que tiene el gobierno socialista de Pedro Sánchez es cambiar la herencia dejada por el gobierno de Mariano Rajoy a la juventud española, una generación sin futuro. La grave crisis que comenzó en 2008 y la reforma laboral aplicada en 2012 por el Ejecutivo del PP han perjudicado a todos los trabajadores; siendo los jóvenes los que se han llevado la peor parte, según se desprende del último informe de la UGT-Juventud CEC: ´Descenso del empleo y su calidad para la juventud. Análisis de una década´ (marzo de 2018). En diciembre de 2017, la cifra de jóvenes sin empleo se situó en 1.063.100, a pesar del descenso en 2012. Sin embargo, nuestros jóvenes se encuentran con una situación preocupante porque «los puestos que se ofrecen a la juventud, son más precarios y el volumen de desempleados menores de 30 años es mayor al que había en 2008».

Como se indica en el informe citado, lo más grave es que ha disminuido la población activa entre los jóvenes, no porque hayan encontrado empleo en España, sino porque se han tenido que marchar a otros países. Según el registro de la Estadística del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero, en 2016 eran casi 405.000 jóvenes; en 2017, aumentó un 5 % más; y en 2018, siguió subiendo (9 %). Junto a estos datos, hay que tener en cuenta los jóvenes sin trabajo que han regresado al sistema educativo y que, por lo tanto, ya no constan como demandante de empleo.

Me parece alarmante que, del total de jóvenes en 2017, un 22,6 % tarde más de dos años en encontrar un empleo; mientras que en el año 2008, tan solo era un 5 % (datos de la EPA, Informe Juventud UGT). No es extraño que estemos a la cabeza en Europa en tasa de desempleo juvenil y en pobreza juvenil. Nuestros jóvenes no se puedan independizar y, si lo hacen, es en condiciones precarias que aceleran las situaciones de pobreza y exclusión social. A todo esto, hay que añadir la cifra de parados de larga duración que se ha multiplicado casi por cinco respecto a 2008.

La herencia que el Gobierno del PP ha dejado a la juventud española se compone de: condiciones pésimas de trabajo, aumento de la temporalidad (57 % de los jóvenes tenían un contrato temporal, mientras que los mayores de 30 años sólo el 27 %), rotación en la contratación, bajos salarios (un 13 % menos respecto a 2008, según datos de la EPA) y aumento tanto del empleo irregular como de la economía sumergida. Ahora, los jóvenes ya no son mileuristas, sino más bien mini-mileuristas.

Esta realidad conduce a muchos jóvenes españoles a una situación de pobreza y exclusión social, con España a la cabeza de la Unión Europea. El informe de UGT es muy contundente con las políticas de empleo implantadas por el PP; por ejemplo, la Garantía Juvenil que no ha obtenido «los efectos esperados» porque no se ha ofrecido «a la juventud un empleo de calidad».

Félix Tezano y Verónica Díaz, en su libro ´La cuestión juvenil. ¿Una generación sin futuro?´ (2017), ya nos muestran que el panorama de la juventud en nuestro país es «sumamente negativo sobre su situación laboral, económica y social, con escasas expectativas positivas de futuro. Sienten que están siendo mal tratados... y que se están convirtiendo en una especie de ciudadanos de segunda categoría». Pedro Sánchez tiene un reto complicado pero apasionante, convertir a los jóvenes en ciudadanos de primera con un futuro por delante en España.