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«Pork Barrel»

La historia que les voy a contar enlaza a la California de la fiebre del oro con la Valencia actual. Y el nexo es el pork barrel, una especie de barrica llena hasta los topes de carne salada de cerdo. Es fácil imaginar la alegría de los pioneros al recibir en el poblado semejante delicia para acompañar el guiso habitual, los ángeles no comen judías (Bud Spencer y Terence Hill). Por grande que sea nuestra necesidad de infraestructuras modernas y capaces -y lo es- el principio de cautela debe imperar, no nos pase como con la ZAL, que dejamos a la gente de La Punta sin sus medios de vida y su entorno, metidos en una especie de bantustanes incomunicados, al modo de palestinos en Cisjordania. Y para nada. Lo sé porque he recorrido la zona: en bici.

Es lo que les ha pasado, también, a los madrileños donde el señor Alberto Ruiz-Gallardón concibió un delirio: soterrar toda la parte norte de la M30, proyecto digno de este Ramsés de secano que tuvo a modo de preludio unas rampas de hormigón no muy caras -algo más de doce millones-, el problema es que no se usan para nada y ahí están, expuestas al tiempo devorador. Nadie sabe por qué se hicieron unas rampas que son parte de un proyecto descartado, aunque quizás ayude un poco saber que el constructor se llamaba Florentino Pérez, quien suele mirar las partidas del presupuesto público como miraría un señorito rijoso a las empleadas del servicio doméstico. No crean que don Florentino es el único, que más quisiera, pero fíjense, ya que empezamos con la gold fever, qué pepita de oro encontré entre los escombros.

Contaba el exfiscal Pedro Horrach, el de la infanta Cristina, que una vez citó a don Florentino, como testigo, por unos presuntos chanchullos en la adjudicación del hospital mallorquín de Son Espases: «Tuvo el morro de quejarse por tener que declarar en persona y no por teléfono y me dijo que era amigo del fiscal general del Estado y del director general de la Policía». ¡Qué castizo!

Por cierto, contaba Levante-EMV que las pensiones de los jubilados valencianos están por debajo de la media nacional.

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