Hace unos 13.000 años el clima europeo sufrió un cambio catastrófico: las temperaturas cayeron bruscamente, los inviernos se hicieron más largos y duros, y la superficie del Atlántico congelada en invierno se extendió hasta latitudes mucho más bajas que ahora. Era el inicio del Younger Dryas, un período especialmente frío de nuestra Prehistoria que duró algo más de 1.000 años y cuyo origen parece estar relacionado con cambios en las corrientes oceánicas del Atlántico Norte, incluyendo la corriente del Golfo. Salvando las distancias, la ralentización de las corrientes marinas que desembocó en el Younger Dryas es precisamente la base argumental de la famosa película catastrofista «El día de mañana» (Roland Emmerich, 2004), aunque en el filme la rapidez y efectos del cambio climático resultante se han exagerado.

El registro de la estalagmita de El Soplao (ubicada en una cueva de Cantabria) revela que en la zona el Younger Dryas duró unos 12 siglos, y ocurrió prácticamente al mismo tiempo que en Groenlandia y otras localidades europeas. En su inicio las temperaturas medias en Cantabria cayeron al menos cinco grados en apenas dos siglos, la vegetación se empobreció y el clima se hizo muy árido. El frente polar, y con él la trayectoria de las borrascas, se desplazó hacia el sur. Con este cambio, Cantabria se vio expuesta a fuertes vientos del oeste que traían aire frío y seco a la región.

En esto coincide Lisa Baldini, investigadora de la Universidad de Durham (Inglaterra) que, aunque no participa en el estudio, ha analizado recientemente una estalagmita de otra famosa cueva cántabra (La Garma) con técnicas similares a las usadas en El Soplao. Según Baldini, la similitud de los registros del Younger Dryas en las dos cuevas es extraordinaria, confirmando la fiabilidad de ciertas estalagmitas para registrar y datar los vaivenes del clima del pasado. Pablo Arias, profesor de la Universidad de Cantabria y colaborador de Baldini, resalta el valor de ambas cuevas cántabras para registrar el clima de los períodos fríos del cuaternario, cuando las estalagmitas de muchas cuevas europeas dejaron de crecer. Ana Moreno, investigadora del CSIC y también experta en la materia, asegura que «es con estudios como éste, de cambios abruptos del pasado, con los que podemos aprender más de cómo responderán nuestros ecosistemas a los cambios climáticos del futuro próximo. Las estalagmitas son hoy en día uno de los mejores archivos geológicos de las condiciones climáticas pasadas».