Hoy no tengo ganas de escribir ni de pensar. Hoy no tengo ganas de nada. Hoy tú y yo tendríamos que estar abrazados, besándonos, quitándonos la palabra de la boca, la palabra y los besos, comiendo chucherías, comiéndonos todo, mirando ese vídeo que querías que viésemos juntos, escuchando esa canción que quiero que oigas junto a mí, llorando de la risa y llorando al despedirnos. Soñando, en fin, con un futuro improbable, difícil y deseado.

Pero nada de eso ha podido suceder, desafortunadamente.

Que la vida no va de lo que nosotros queramos lo tenemos claro ambos, igual de claro tenemos que no vamos a dejar de hacerle la contra a lo conveniente, a lo adecuado o a lo predecible.

Así que, como siempre que no tengo ganas de hacer nada, de ver a nadie, de hablar con nadie, de pensar en nada ni nadie, cuando no tengo ganas de nada de nada, voy a pensar en ti, algo tan inevitable para mí como quererte.

Pensar en ti, en la maravilla de tenerte, tan mío, tan lejano y tan ajeno.

Imagino que habrá más gente como tú. Gente que es un regalo. Gente que ni siquiera sabe que lo es, pero no un regalo cualquiera, un regalo sorpresa. De esos que llegan cuando ya no esperas nada, cuando no deseas nada, cuando sientes que nada ni nadie te podría venir bien.

Gente que no necesita envoltorio. Gente cuyo envoltorio nunca podría superar lo que lleva dentro, aunque, como tú, venga en envoltorio de lujo.

Yo no sé si sabes la inmensa alegría que siento al tenerte, la sorpresa que supone para mí cada día saberte en mi vida.

Yo no sé si sabes también, lo duro que se hace a veces esta ausencia, lo cuesta arriba que se me hace este camino que sólo tú allanas. Es gracias a tu aliento que sobrevivo, a tus llamadas, tus cuidados, tus mimos, tus tonterías. Gracias a que sacas tiempo de donde no tienes, gracias a que haces malabares es que yo sobrevivo.

Te quiero, no soy consciente de haber querido antes así.

Te echo de menos y, a veces, me da miedo decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que te echo de menos, lo mucho que me haces falta, lo desesperante que es tenerte tan lejos, lo difícil que me resulta que todo sea tan difícil. Y me da miedo también que no entiendas que por mucho que me duela, por mucho que te eche de menos o por muy difícil que resulte todo, no te cambio por nada, por nadie y que, pase lo que pase con nosotros, no me lo quiero perder.

Y así paso los días, distrayendo la pena, pensando que te quiero, que me quieres, que nos queremos y que todo lo demás es sólo cuestión de tiempo.