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Perplejidad europea y desarrollo de la digitalización

Digitalización es el conjunto de tecnologías y aplicaciones basadas en el formato digital, cuyas caras económicas y laborales son muy diversas: robotización, comercio electrónico, aprendizaje automático, nuevos hábitos personales, retroalimentación con otras áreas de conocimiento, nuevos servicios, etc. El conjunto de plataformas digitales, todas ellas potencialmente universales constituye uno de los componentes que reconfiguran la geopolítica actual y en particular el futuro de la UE.

En el desarrollo de la Digitalización existen dos modelos radicalmente distintos. El americano basa su estrategia en el dominio global de sus corporaciones digitales que, desde hace más de medio siglo, han marcado el ritmo mundial en hardware, software, comunicaciones y aplicaciones. En EEUU se da por hecho la pervivencia de un modelo tecno-económico basado en un flujo global y poco regulado de datos y de tecnologías. Su actual fortaleza se basa en: (1) un marco legal y regulatorio que impulsa una rápida implantación de lo digital; (2) facilitar la econoecologia de las start-up facilitando su adquisición por los gigantes digitales, como forma de mantener su liderazgo; (3) controlar, sin impedirla, la aparición de monopolios digitales; (4) apostar por el desarrollo de plataformas publico/empresariales en áreas claves.

Frente al enfoque americano, China presenta potentes desarrollos digitales en el contexto del capitalismo de estado. Este modelo quedo consolidado en el XIX congreso del Partido Comunista Chino del pasado Octubre, donde el presidente Xi Jinping recordó que el partido lo dirigía todo. Después de permitir que sus empresas digitales se desarrollaran con una cierta libertad, el estado ha decidido tomar el control del desarrollo de sus gigantes digitales. Baidu, Alibaba, Tencent, Xiaomi, JD, etc., han asumido, sin grandes protestas, que sin abandonar el mercado mundial, entrarán en una era en la que trabajarán conectados con el poder político, que incluso permitirá que compitan entre ellas parcialmente. Las fricciones con la perspectivas americana ya han surgido: el veto de Trump a la fusión Qualcomm-Broadcom; la interrupción casi letal de ZTE (impedido en última instancia con la esperanza de obtener mayor influencia en las actuales negociaciones); la controvertida nacionalización de la red 5G de EEUU etc.

Mientras la eurozona, líder mundial en variados sectores no digitales, ha tenido que adaptarse a su papel secundario en la Digitalización; una toma de conciencia que se acompaña de grandes protestas autodefensivas, en forma de iniciativas mediáticamente ruidosas: multas a los GAFAM; saludables esfuerzos regulatorios como el reciente GDPR y el próximo e-privacy, etc. Sin embargo es de justicia reseñar dos esfuerzos europeos, en positivo, cuyos resultados pueden no ser los previsto.

El primero consiste en orientar a sus sectores industriales tradicionales hacía una adaptación solvente a la Digitalización, mejorando la sutil zona donde lo digital se combina con lo «físico». Esta «estrategia desde dentro» busca que los campeones industriales europeos sigan liderando tecnológicamente la producción industrial. Europa con su Industria 4.0, lanzada desde Alemania, busca aprovechar su excelencia actual en fabricación para definir la próxima generación de plataformas que industrialmente reemplazarán a los actuales motores de búsqueda; sistemas operativos; redes sociales, etc. Esta iniciativa contrasta con el 'modelo externo' usado por los estadounidenses donde actores «extraños a un sector industrial» estarían «perturbando desde fuera» a industrias ya establecidas, como por ejemplo los GAFAM que quieren construir coches sin conductor. La idea era prometedora aunque poco estimulante para aquellos miembros de la UE menos potentes industrialmente, como España. Esta iniciativa ha quedado en el aire ante la versión china del 'outsider', donde Beijing prohíbe operar a compañías digitales foráneas y decide reemplazarlas por sus equivalentes chinas.

La segunda iniciativa es la consolidación de un mercado único digital (una única Autoridad de Protección de Datos; una arquitectura común de seguridad digital; las citadas GDPR y e-privacy; etc.). Con ello las empresas europeas podrán desarrollar modelos comerciales únicos para atender el mercado digital de la UE. Desafortunadamente esta idea recibió un fuerte golpe cuando el Reino Unido en el marco Brexit anunció expresamente su salida de este mercado único.

Sobre la UE pesan tres preocupaciones: 1) La posición china que no respeta la propiedad intelectual, un elemento muy sensible para la Digitalización; estamos ante una dictadura que niega la reciprocidad en las relaciones comerciales y de inversión. 2) La debilidad de su estructura tecnoempresarial reflejada de formas diversas: las grandes innovaciones digitales se han desarrollado y monetizado fuera de Europa; las veinte empresas digitales más potentes, en términos de capitalización y de influencia no sean europeas; las mejores cabezas europeas en este campo son atraídas por EEUU, etc.; 3) La relación tumultuosa, casi de amor-odio con los GAFAM, cuyos servicios el ciudadano europeo medio ha incorporado a sus hábitos y sin querer renunciar a ellos..

El primer episodio del laissez-faire europeo con China, se produjo en 2016 cuando la empresa Kuka, una de las joyas de la corona de la robótica alemana (con plantas en una treintena de países, incluida una en Vilanova i la Geltrú, que fabrica robots para BMW, Audi y Boeing) pasó a manos de Midea; un consorcio chino que trabaja en la fabricación de neveras y aparatos de aire acondicionado decidido a aprender robótica digital. Kuka era una pieza clave en la estrategia «desde dentro». De nada sirvieron los esfuerzos del Gobierno alemán, ni de la Comisión Europea. La duda quedo instalada entonces ¿una compañía europea, comprada con fondos del gobierno chino, puede usarse como estrategia de penetración en el mercado europeo?.

La UE, después de proteger la intimidad de sus ciudadanos, deberá plantearse que plataformas y ecosistemas digitales pueden ser perjudiciales para el futuro de Europa y si es necesario controlar su poder de mercado. ¿Debe la UE regular empresas relacionadas con el software, telecomunicación y computación en la nube, que acaban trabajando en áreas criticas? Si la respuesta es afirmativa, Europa deberá superar su actual perplejidad y posicionarse en el terreno antimonopolio para examinar inversiones de importancia estratégica para la UE, tanto desde una perspectiva económica como de seguridad.

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