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Las sorpresas del PP

La de sorpresas que nos depara el PP desde que perdió el poder. Primero, hemos presenciado como Mariano Rajoy renuncia al sueldo al que tenía derecho como exjefe del Ejecutivo y a entrar en el Consejo de Estado para reincorporarse a su puesto como registrador de la Propiedad en Santa Pola. Segundo, se abre un proceso para elegir relevo, sin dedazo ni amaño sucesorio a la vista. Es la primera vez que sucede en la historia del Partido Popular. Tercero, surgen seis candidatos, y ninguno de ellos es Alberto Núñez Feijóo, que partía con ventaja al ser considerado el aspirante favorito, el candidato con mejor currículo para tomar las riendas del partido y mantener unida y cohesionada a la organización. Cuarto, la pugna parece que se juega entre tres candidatos, Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de Cospedal y Pablo Casado. Las dos primeras prometen renovación, pero es imposible no pensar en la vicepresidenta y asociarla, con sus logros y sus errores, a los sucesivos gobiernos de Rajoy, y recordar que siendo ella jefa de los espías, Carles Puigdemont se fugó a Bélgica. Es inevitable ver a la secretaria general del PP y recordar que bajo su dirección se acordó una indemnización en diferido para el extesorero José Luis Bárcenas, y en Génova se ordenó la destrucción de los ordenadores que usaba el exgerente.

Y así Pablo Casado surge como el mirlo blanco, pese a que el diputado nacional está siendo investigado judicialmente porque tiene un máster de Derecho Autonómico por la Universidad Rey Juan Carlos, donde el 66 % de los créditos le fueron convalidados, así que sólo cursó 4 de las 22 materias del programa. También se han arrojado dudas sobre su título de licenciado en Derecho, pues hizo el 70 % de la carrera en dos cursos, y además compaginando estudios y trabajo. ¿Entre 869. 535 militantes no había nadie más cualificado, dispuesto a enarbolar la bandera de la renovación y la regeneración?

Y ahí surge la quinta sorpresa. El PP como primera organización política de España se desinfla. El ejército de militantes que el PP tenía repartido por el territorio español no era tal. A la votación para elegir presidente se han apuntado sólo el 7,6 % de los militantes de la formación conservadora: 66.706 militantes de un supuesto censo de casi 900.000 afiliados. La votación tenía que ser masiva -¡por una vez que les dan la oportunidad de participar!- ¿y sólo se inscriben ocho de cada cien militantes? En el PP se han apurado a apuntar que los plazos para inscribirse en la votación eran muy justos y mucha gente ha quedado fuera, pero más plausible es que los censos no estaban depurados y el partido, como no le hacía falta el dinero, no insistía en que los afiliados pagasen sus cuotas.

¿Habrá sexta sorpresa, y ésta derivará en desconcierto y sobresalto? La militancia tiene la palabra el jueves y los compromisarios, los días 21 y 22. La decisión está en sus manos y el voto es secreto y en urna. Así que todo es posible, y si no que se lo digan a los demócratas en Nueva York. Hace siete meses, Alexandria Ocasio-Cortex trabajaba como camarera en un bar. De origen latino, acaba de ganar a un destacado líder demócrata en las primarias del partido para elegir candidatos al Congreso, y eso que el segundo manejaba un presupuesto diez veces superior y gozaba del apoyo de la plana mayor de la formación.

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