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Europa 2019

Los fundamentos de la actual Unión Europea pueden resumirse en paz, libertad, seguridad y prosperidad compartida. De modo explícito el Tratado de la Unión vigente se reclama de los valores y principios republicanos en la senda de la Ilustración. La sucesiva incorporación de nuevos derechos como la igualdad de género o la sostenibilidad medioambiental vienen a precisar, ampliándolos, aquellos principios y valores.

España, con nuevo gobierno, enfrenta una sucesión de procesos electorales en 2019. Todos, como no puede ser menos, decisivos, importantes tras la putrefacción corrupta y la crisis institucional de los últimos años. Las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2019, salvo adelantos en las segundas, contribuirán o no a consolidar el proceso de cambio iniciado en 2015. De sus resultados penderá asimismo la consolidación del proyecto socialista de Pedro Sánchez, si la estupidez no malogra la dimensión temporal de su actual mandato.

En medio de esta dimensión, por así decir local, las elecciones al Parlamento Europeo. Las primeras después de una serie de reformas institucionales en la Unión. La elección del presidente del Consejo Europeo, el decisivo de la Presidencia de la Comisión, el reforzamiento del control presupuestario y la responsabilidad del Consejo de Comisarios, y de cada uno de ellos, ante el mismo Parlamento. Esto es, la consolidación de una nueva etapa camino de lo que muchos pensamos debe ser un Parlamento legislador y controlador, un Ejecutivo responsable y, en definitiva, una gobernanza democrática a escala continental.

Los vientos cruzados contra estos objetivos arrecian. La renacionalización de las políticas estatales, el mismo nacionalismo de los Estados miembros se ven favorecidos por el auge de los populismos y el renacimiento del viejo fascismo con rostros nuevos. El caos del brexit y la lamentable gestión del gobierno conservador británico constituye asimismo un desafío en toda regla para la representación parlamentaria que salga de las urnas en 2019.

Dos pilares de la lenta construcción del proyecto europeo, la solidaridad y la seguridad, constituyen elementos a considerar en la confrontación actual. La solidaridad con dos vertientes igualmente importantes: el combate contra la desigualdad creciente en el seno de nuestras sociedades como efecto de la destrucción del estado del bienestar, y la crisis humanitaria de las migraciones. La seguridad en términos de defensa y control, sin merma de las libertades, que durante años se delegó en el hasta ayer aliado trasatlántico, Estados Unidos.

A todo ello me referí en La Unión Europea. Historia de un éxito tras las catástrofes del siglo XX (PUV, València, 2017) desde el convencimiento de que ante las dificultades, y las señaladas son de mayor cuantía, la solución es más Europa. Por supuesto que no como mero ejercicio de voluntad, sino como garantía de devolver a ciudadanas y ciudadanos lo que se les ha arrebatado en aras de un capitalismo desregulado, destructor de conquistas sociales y generador de desigualdades sin precedentes históricos. En segundo lugar, y no es ordinal, el papel fundamental de la UE para la estabilidad y el crecimiento económico en un mundo global en que la competencia comienza a ser brutal con el añadido arrogante de la actual presidencia de EE UU. Y en tercer lugar, para el asentamiento de la seguridad en el contexto de conflictos incluso vecinos lo que requiere un refuerzo en los aspectos de defensa, en virtud además de la previsible deserción del amigo americano.

La reconstrucción de las relaciones de vecindario se anuncia igualmente compleja además de imprescindible. El Mediterráneo ha de dejar de ser la fosa de los migrantes y sellar las fronteras no ha sido, a lo largo de la historia, incluso la europea, una forma eficaz de contener a los perseguidos por la miseria, a veces ocasionada por la depredación europea, la guerra o las persecuciones políticas, religiosas, sociales. De la misma manera que habrá que rehacer los lazos con los otros europeos, más allá de los intereses estratégicos de la OTAN respecto de Rusia y sus aliados.

La singularidad española, con referencia a la valenciana por supuesto, puede permitir, junto a Portugal, un reequilibrio de las fuerzas centrífugas, sañudamente egoístas y cortoplacistas de algunos gobiernos de la UE claramente xenófobos de extrema derecha. Nos va en ello no solo la prosperidad compartida, que deberá ser reexaminada para corregir las desigualdades, sino además el espacio de libertad por el que no ahorramos esfuerzos en el pasado. Nuestro mercado y nuestra libertad son patrimonio de una ciudadanía plural, como toda sociedad madura, en un contexto global que desplaza los centros de decisión hacia otras partes del planeta.

La sostenibilidad de nuestro sistema social y económico nos va en ello. Como nuestra competitividad de nuestra economía, los conocimientos de nuestras jóvenes generaciones y su aplicación para los grandes objetivos basados en los valores a que se hizo referencia. De la misma manera que la sostenibilidad medioambiental, ante el inexorable cambio climático a escala global requiere de la potencia europea ante las tentaciones de la negación y el crecimiento de las amenazas sobre recursos escasos.

En consecuencia, las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 constituyen un reto fundamental para nuestras sociedades, y ello con la esperanza que las propuestas y objetivos de una regeneración cierta en las instituciones locales, autonómicas, y por supuesto, estatales, en España no olviden la dimensión europea en la que se debaten y acuerdan las políticas que se traducen en acciones internas con efectos sobre todos nosotros.

El añadido de Europa al Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Cooperación es un signo que alienta la perspectiva que se ha sostenido desde estas colaboraciones, y desde mucho antes, por el autor. Que el presidente del Gobierno no necesita trujimanes para traducir y comprender las propuestas quedó claro en el último Consejo Europeo. Consejo que pese a sus limitaciones abordó la crisis humanitaria migratoria, avanzó algunos aspectos en la perspectiva social, económica, de seguridad. Como puse de relieve en la obra citada, la construcción europea nunca fue fácil ni rápida: evitar el retroceso a veces ya es un avance.

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