El capitalismo neoliberal tiende a medirlo todo. Hermandado con el patriarcado, atraviesa nuestros cuerpos fulminando el pensamiento complejo, crítico, así como cualquier ápice de filosofía de la sospecha. Un titular me pone en alerta: ´Solo dos centros públicos se cuelan entre los diez mejores de la selectividad´ (Levante-EMV, 06/7/2018). Se adjunta una de esas tablas simplistas que, a mi modo de entender, nunca explican, justifican, ni demuestran nada. Como buen antisistema, activo mi alarma contra el aparato del poder y en el texto descubro el dato de la esperanza: el IES Andreu Alfaro de Paiporta y el IES José Vilaplana de Vinaròs cuentan con una muy buena media en la PAU.

A sabiendas de que la PAU no sirve como criterio de calidad o utilidad alguno, ¿con qué se queda quien esto firma? Con las consecuencias derivadas de una mala interpretación de este ranking. La realidad de las aulas de la educación privada o concertada no sirve como medida fiable en tanto que se trata de otra dimensión, difiere y mucho de esas realidades -plurales, en ocasiones profundamente carenciales- que habitan la educación pública. El valor de la educación pública radica en el principio de igualdad de clases: su alumnado procede de familias muy diversas, muchísimas desfavorecidas, sin ambiente cultural y con carencias de diversa índole. No hay ranking alguno que refleje los logros de tantas chicas y chicos que obtienen sus metas académicas y profesionales a pesar de pertenecer a familias modestas que nunca podrían costear estudios en la educación privada o concertada. Esos que consiguieron el apoyo, la autoestima y la ayuda necesaria, no en sus casas, sino entre el profesorado que cada día ha confiado en él o ella a pesar de habitar realidades desfavorecidas. Esto, desde luego, no hay ranking que lo mida. Por fortuna, lo más valioso en la vida no suele medirse, como es el caso de la felicidad, las metas y la satisfacción que supone el logro de una titulación universitaria a pesar de las adversidades.

El profesorado conoce de primera mano esta verdad irrefutable porque nos dejamos la piel en las aulas, sin todos los recursos que nos gustaría y conscientes de la dificultad que supone el trabajo con tantas y tantos jóvenes. No somos héroes, lo sé. E incluso dicen que tenemos muchas vacaciones. Lo que tengo claro es que compartir tu jornada laboral con humanos en proceso de aprendizaje resulta impagable, enriquecedor, emocionante. A buen seguro que los centros del ranking publicitarán sus supuestos logros. Que saquen pecho y se pongan la medalla. Me quedo con los dos centros públicos que, sin lugar a dudas -y como tantos otros- destacan no por la PAU, sino por conseguir que la educación pase por alumnado diverso, complejo y plural sin discriminación ni segmentación alguna. Y estoy convencido de que no darán pábulo a la medición porque saben que lo esencial es invisible a los ojos.