El 21 de julio se conocerá quién es el sustituto o sustituta de Mariano Rajoy y el peso que a partir de ese momento puede tener la actual dirección valenciana del PP. Isabel Bonig cuenta con 349 compromisarios que podrían otorgarle, si calcula bien sus movimientos, un poder hasta ahora negado por Génova. Pero todo parece indicar que no le será fácil a la presidenta sacar partido: su apuesta por la neutralidad, por bienintencionada que sea, refleja incapacidad y debilidad a la hora de mostrar poder y unidad. Lejos quedan los años en los que nadie se atrevía a ir por libre o contradecir las indicaciones del presidente, so pena de ser borrado del mapa.

A sólo unos días del congreso nacional, el presidente de la Diputación de Alicante, César Sánchez, declaró su apoyo a Dolores de Cospedal; Adrián Ballester, diputado por la misma provincia, se decantó por Pablo Casado, con un José Císcar incapaz de sustentar la neutralidad proclamada por Bonig. La diputada nacional por Valencia Belén Hoyo se integró en el equipo de Casado. El diputado provincial y alcalde de Alfafar Juan Ramón Adsuara tampoco tuvo empacho en colgar en redes sociales su apoyo a Casado, mientras que María José Catalá ocupó primera fila en el acto de Cospedal, pero hay quien la sitúa con los sorayos. El presidente de la gestora provincial, Rubén Moreno, se decantó por Soraya Sáenz de Santamaría y junto a la aspirante a dirigir la provincia, Carmen Contelles, marcaron distancia del también candidato Vicente Betoret, que militó en el bando de Cospedal. El presidente de la gestora de la ciudad de València, Luis Santamaría, no ocultó su predilección por Casado... Cabrían más ejemplos del cambio habido en el PP valenciano que indica un alejamiento de su tradicional presidencialismo: el concepto de familia popular ha sido superado por el sálvese quien pueda. Porque en estos movimiento se busca la supervivencia política.

La verdad es que las bases populares valencianas han tenido difícil la elección entre los aspirantes a la presidencia nacional. José Manuel García Margallo, presentado como diputado valenciano porque toma el sol en Alicante, no aportó mucho a la Comunitat en su etapa ministerial. A Casado se le sigue recordando por ser de los primeros en el linchamiento de una Rita Barberá extremadamente debilitada. De Cospedal y Santamaría resultó tarea ardua encontrar algún gesto, aunque sea pequeño, en pro de la Comunitat Valenciana. El panorama, en definitiva, no se presenta esperanzador para el PP valenciano.