Vi el otro día el mapa de la pobreza en el País Valenciano y entendí que estamos a dos velas pero progresamos adecuadamente, es decir que seguimos en la carrera. Ahora sólo falta que lleguemos vivos a la meta. No hay nada malo en ser pobre, pero todos preferimos serlo menos, incluso mucho menos. En La Vega Baja, por cierto, que encabeza el riesgo de quedarse tieso, hace años cayó un buen premio de la lotería en la población de Dolores, que pasó a llamarse Dólares en la malicia popular (¡y que no falte!). Fue el mejor año para las tiendas de electrodomésticos de la comarca, si es que nos contentamos con tan poca cosa?
El caso de Dolores demuestra que la lotería es muy mal remedio para la pobreza general (sólo para la particular), salvo que te toque como a Carlos Fabra, por prescripción fiscal, o como la ex de Jordi Pujol Ferrusola, Mercè Gironés, que ingresó 180.000 euros en forma de décimos premiados en 2004 cuando, al parecer, sólo la diosa Fortuna superaba en actividad a las excavadoras. El mapa de la pobreza nos indica que dos auténticos emporios industriales de otro tiempo -Valencia y la Ribera alta- siguen ahondando su propio bache, lo que tal vez indique que nuestro modelo económico de eventos y zarzuelas en los que la ciudad se ofrece a sí misma como espectáculo no sea la mejor manera de crear riqueza. Los jubilados valencianos cobran de media menos que los españoles en general. Eso no viene el mapa, lo añado yo.
Algunas comarcas del interior que solemos representarnos en el más absoluto desamparo, resulta que tienen índices de pobreza menores que la capital. Tal vez sea porque los pobres de allí ya se han movido hacia aquí y que el último ya no apaga la luz porque puede pagarla.
El matemático John Forbes Nash demostró que algunos juegos no suman cero, es decir que benefician a todas las partes, pero, por lo general, para crear un rico hace falta producir, previamente, un millar de pobres, pese a lo cual la tele, también la Sexta, celebra que tengamos cada vez más millonarios. Pues qué bien.
