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Imperios y leyendas

Si les digo, por ejemplo, que Inglaterra en sólo cien años mató, torturó, expropió, encarceló o desterró a más católicos que víctimas causó la Inquisición española en toda su existencia, ustedes me pedirán, con toda razón, la fuente documental. Pueden leerlo en ´Imperiofobia y leyenda negra´, de María Elvira Roca Barea, una señora que está más cerca de Robert Kaplan que de Eric Hobsbawm o Karl Marx, para entendernos.

Como la autora muestra las partes pudendas de su ideología al principio de las quinientas fascinantes páginas de su libro, nada le puedo reprochar. Como nada le reproché a Antonio Escohotado cuando demostró, con datos apabullantes, que sólo Alemania quemó más presuntas brujas que herejes socarró el Santo Oficio en toda su historia. Vaya, vaya. La singularidad de la leyenda negra (anti)española no es que nos presenten como feroces y fanáticos, sino que nosotros mismos hayamos llegado a creerlo.

La confusión es comprensible: el fracaso, indiscutible, de la revolución liberal en España (que vuelve a notarse en Polonia y Hungría, también con débiles substratos democráticos), fabricó un totum revolutum en el que se mezclaban los traumas de nuestro aterrizaje en la modernidad, la impugnación del Imperio, la presentación de España como proyecto fracasado y quien sabe si una incapacidad congénita para la democracia. Bobadas, pero bobadas políticamente interesadas.

Sin embargo, lo que nos enseña Roca Barea es bien distinto: las naciones indias, las sedentarias y las nómadas, las que conocían la agricultura y la cocina tecnoemocional y las que no habían salido de la edad de piedra, corrieron mucha mejor suerte con el imperio español que con el anglosajón. A los supervivientes me remito. Un denunciante de los abusos de la autoridad como fray Bartolomé de las Casas sería inimaginable en Inglaterra: lo hubieran colgado por alta traición, por muy fraile que fuese. Por cierto, el imperio español funcionó aceptablemente, como Roma o EE UU, no como Napoleón, Hitler o Leopoldo II el belga, que sólo hicieron el cafre.

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