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La fontana de Torra

Ante la Fontana de Guiomar, de la que brotaba el agua del deshielo de la relación institucional, tal vez Sánchez y Torra, imbuidos de la lírica machadiana, se preguntaran como en los versos de las ´Canciones a Guiomar´: «¿Qué me ofreces? ¿Tiempo en fruto? ¿Tiempo vano? ¿La dorada esencia encantada?»

Y llegó el día del anunciado encuentro entre Pedro Sánchez y Quim Torra en el Palacio de la Moncloa. La aparente, o tal vez cierta, cordialidad que demostraban sus gestos, con entrega de presentes incluida, permitía albergar la esperanza de recuperar lo que se ha dado en llamar la normalidad institucional. Quién sabe si las más de dos horas que duró la reunión fueron un fin en sí mismas, una puesta en escena para mantener la ilusión del diálogo y ganar tiempo, o si, efectivamente, sentaron las bases de un mínimo acuerdo. Las explicaciones de ambos no permiten vislumbrar esta última opción. Sin embargo, el deseo del mandatario catalán de conocer la Fuente de Guiomar y de Antonio Machado en los jardines del palacio, sirvió para añadir una carga de simbolismo a una visita ya de por sí simbólica.

Precisamente, ese lugar, al que Pilar de Valderrama, Guiomar, denominaba «el Jardín de la Fuente», fue testigo del amor entre «el poeta y su diosa», también poetisa, al que ambos dedicarían sus versos: «En ese jardín, Guiomar, / el mutuo jardín que inventan/ dos corazones al par/ se funden y complementan/ nuestras horas». Y ella: «El mismo banco de piedra/ donde los dos una tarde.../ Se enrosca al alma la hiedra / del recuerdo?/ ¡El pecho arde! / Pero estoy sola -es invierno- / sentada en la piedra fría. / Siento un escalofrío interno. / No está su mano en la mía. / Dime, Fuente del Amor, ¿dónde el que mi pecho llora se oculta?».

En 1938, Machado inició su colaboración con La Vanguardia. En el prefacio del texto que precede al artículo se le define como «el más glorioso de los poetas españoles contemporáneos, uno de los ejemplos máximos de dignidad que la tragedia española ha ofrecido». Así, se da la bienvenida al escritor y al hombre «cargado de años, de laureles y de achaques, que ha renunciado a su derecho al descanso, y mantiene vivo, juvenil y heroico el espíritu liberal que informó su vida y su obra y, sobreponiéndose a sí mismo, su pluma mantiene la gallardía y la gracia poética de sus mejores horas».

Notas inactuales, a la manera de Juan de Mairena fue su primer artículo, donde puede leerse: «No hay inconveniente en convertir la historia en novela humana. Sólo así podremos sacudir la tiranía de lo anecdótico y de lo circunstancial».

El poeta sevillano vivió un año en Barcelona, en el Hotel Majestic y en la Torre Castanyer, donde leyó, escribió y se relacionó con los intelectuales catalanes. Fue de los últimos en abandonar la ciudad hacia el exilio francés, donde falleció al poco tiempo. «Murió el poeta lejos del hogar. / Le cubre el polvo de un país vecino».

Este hermanamiento catalanoandaluz ha servido de poco, ya que el autor de Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel ha sido tildado recientemente de anticatalanista por algún historiador catalán y el Ayuntamiento de Sabadell ha pretendido quitar su nombre a una calle, so pretexto del contenido de una carta remitida a Guiomar en junio de 1932, en la que el poeta escribía: «La cuestión de Cataluña, sobre todo, es muy desagradable. En esto no me doy por sorprendido, porque el mismo día que supe el golpe de mano de los catalanes lo dije: los catalanes no nos han ayudado a traer la República, pero ellos serán los que se la lleven».

Finalmente, parece que las aguas han vuelto a su cauce y que tales apelativos contra Machado han sido desmentidos por el propio independentismo, aunque el agravio sigue latente. En este contexto, adquiere un especial significado el interés de presidente catalán por el lugar en cuestión, por cuanto le reconcilia con la figura de Machado, y también, de alguna manera, con la lengua castellana, tan denostada por Torra, especialmente cuando la escucha en Cataluña.

Ante la Fontana de Guiomar, de la que brotaba el agua del deshielo de la relación institucional, tal vez Sánchez y Torra, imbuidos de la lírica machadiana, se preguntaran como en los versos de las Canciones a Guiomar: «¿Qué me ofreces? ¿Tiempo en fruto? ¿Tiempo vano? ¿La dorada esencia encantada?». O quizás, solo recordaran aquellos otros, popularizados por Serrat: «Al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar».

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