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Carles Senso

Idea sesgada de España

Luis Enrique es el entrenador que más títulos por año ha promediado tras Pep Guardiola en la liga española. Son los dos entrenadores más criticados, incluso ahora que el asturiano se ha convertido en seleccionador. La razón no es otra que la concepción de España. Porque un país es una interpretación y la que hace parte de la sociedad española está vinculada (y sesgada) a una ideología muy determinada. Cualquier interpretación es tendenciosa pero algunas son excluyentes, mientras otras aparecen como más integradoras. La selección de fútbol es un arma nacionalista (española) pero sólo si está encabezada por sus iguales. Se vio también cuando la camiseta parecía tener un morado cómplice con la bandera republicana. Organizaron un complot comercial para confirmar las teorías de Michael Billig. Pedro Sánchez y la Moncloa tuitearon en catalán tras la reunión del presidente de España con el catalán, Quim Torra. Arreció después una avalancha de críticas por ese espacio de basura masiva que son las redes sociales. Querían los tuits en español. Solo en español. No consideran el catalán (como tampoco el euskera o el gallego) parte de España. Son ellos los independentistas. España, para ellos y ellas, es solo una España. No caben interpretaciones. En un mundo cada vez más diverso, la idea de España está cerrada. La Santa Constitución lo recoge. Bula papal para la derecha, sangre de su sangre.

En mis conversaciones con Josep Lluís Albinyana que han acabado recogidas en un libro (prometo que no he venido a hablar de mi libro), el primer presidente del Consell valenciano comenta que «desconectó» de España porque veía que la idea de país no cambió junto con la sociedad y los defensores de la convención hegemónica la tenían sujeta a los parámetros franquistas. Edulcorados con el tiempo pero con base franquista. Él pasó de posiciones centralistas a independentistas. Es una exageración pero prácticamente lo obligaron. Hay una España diversa que se siente ofendida cuando plataformas del régimen cargan contra el catalán, el euskera o el gallego, cuando intentan defenestrar a Luis Enrique y ensalzan a Julen Lopetegui a pesar de que el primero ha rechazado miles de euros para entrenar a España y el segundo salió pitando cuando lo llamó Florentino Pérez. También cuando persiguen a Ada Colau por declararse bisexual o se alegran de los problemas en el embarazo de Irene Montero por ser de izquierdas. O se congratulan orgullosos de su país a pesar de que miles de sus conciudadanos (ellos no creen que lo sean) sigan en cunetas o de que refugiados mueran en el mar porque así no llegan a un país que está siendo expoliado por ricos, no por pobres. O España (los españoles) aprende a ser más diversa o España se rompe. Y la rompen los que expulsan a sus vecinos por ser diferentes.

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