Debo advertir que no es mi intención escribir sobre un estado de ánimo que la Real Academia de la Lengua que define como «Tristeza vaga, profunda sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre el que la padece gusto ni diversión en ninguna cosa». Esta es la palabra que el académico y arquitecto Román Jiménez eligió para sintetizar, el estado de anímico que atribuyó a un egregio y maltratado Luis Vives, que nunca pudo regresar a su Valencia natal.

Escogido el «motivo» que debía de constituir el eje fundamental del trabajo que se le había encargado, un monumento a Luis Vives en la Plaza de Brujas, junto a la fachada de los Santos Juanes , aprovechando un busto existente en los almacenes municipales, se inició la búsqueda de un símbolo que materializase físicamente triste estado de nuestro exiliado filósofo.

La respuesta se halló en un interesante grabado de Albert Durero (1471-1528 ) titulado Melancolía I , que se conserva en la Bibliothèque Nationale de París, en el que entre multitud de objetos y personajes, aparecía el dibujo de un curioso poliedro de compleja geometría y difícil formalización.

El título de grabado, que se conserva con la referencia Bartsch 74 1517, era: Melancolía I. Sobre ese grabado, los arquitectos Román Jiménez y Pedro Soler trabajaron tenazmente hasta conseguir desvelar los planos, cortes e inclinaciones que conforman una singular figura: sobre un triángulo equilátero se generan tres pentágonos irregulares (siempre con dos lados formando un ángulo de 90°) que generan a su vez otros tres del mismo tamaño que se unen a un segundo triángulo situado en posición inversa al que forma la base, constituyendo el plano superior, horizontal, del poliedro.

Lógicamente la proyección del triángulo superior sobre el que forma la base, forma una estrella de seis puntas, la estrella de David, que dará lugar a la generación de un suelo estrellado para la fuente a la vez que la proyección de las secciones del poliedro generan igualmente estrellas en su intersección con el plano-base.

Se desconoce la intención del alarde geométrico que Durero plasmó en su grabado (puede verse también en el dibujo a pluma del mismo Durero, de 1514, que se conserva en la Sächische landesbibliothek de Dresde.

El dudoso que el propósito del genial artista fuese una exaltación del símbolo judío, pero esta circunstancia fue inteligentemente aprovechada por Román Jiménez y Pedro Soler que la supieron convertir en el leiv motiv del conjunto que estaba formado por el busto de Luis Vives sobre un pedestal y el poliedro singular que se asentaba sobre una pequeña alberca situada en su frente. miento del Mercado Central, hicieron necesario el desmontaje del conjunto, que desapareció en su totalidad y se borró del imaginario colectivo.

Pero recientemente, el busto de Luis vives ha reaparecido en la calle de su nombre, en donde se ubicó su vivienda. La noticia, apenas resaltada, constituye un buen ejemplo de recuperación del patrimonio y la plasmación del recuerdo de uno de los más ilustres pensadores del siglo XVI pero falta el poliedro, ese poliedro que materializó la idea del proyecto y que podría sin duda recuperarse un mínimo costo en tanto se decide el destino final del conjunto del busto de bronce y la fuente

¿No sería posible que vuelva la Melancolía junto al busto de nuestro ilustre paisano y , en tanto se decide la ubicación final del conjunto, pudiéramos contemplar el pétreo poliedro, acaso único en el mundo, en la que estos excelentes arquitectos dejaron una singular y excelente obra del buen hacer?