Cuenta Marcos G. Sedano que hace un siglo, al acabar su jornada una bibliotecaria municipal salía a la plaza y arengaba a la población: «Trabajadores, trabajadoras, ciudadanos de aquí y del mundo ¡despertad! ¿no veis las máquinas del fascismo abriendo las fosas comunes donde pronto enterrarán a vuestras hijas e hijos, junto con nuestras aspiraciones de una sociedad mejor?».

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero el imperialismo continúa devastando territorios y expoliando países, cobrándose vidas por millones, a veces bajo apariencias democráticas y otras mostrando su verdadero rostro genocida y depredador. A escala planetaria pero también en el continente europeo, donde los lobbies internacionales y la banca han logrado penetrar los parlamentos «democráticos», desde Grecia hasta Inglaterra pasando por España y Portugal. Lo quieren todo y para garantizarse su botín necesitan disciplinarnos aún más suprimiendo nuestras libertades y derechos. Por eso, los recortes incesantes de presupuestos para servicios públicos y beneficios sociales, o las trampas para dejar fuera del gobierno de unas instituciones corrompidas a quienes tratamos de construir en cada territorio verdaderas democracias participativas, económicas y sociales.

El año que viene están previstas elecciones municipales, autonómicas y europeas para conformar unos gobiernos que hasta el presente fueron ocupados por fuerzas pro-imperialistas, alternándose las fracciones autoritarias y las progresistas/reformistas, igualmente comprometidas en fomentar el enriquecimiento de los poderosos. Mientras la izquierda permanezca disgregada por rivalidades que desmotivan incluso a sus propias bases, este será el único horizonte. Por eso cabe recordar las sabias palabras de la bibliotecaria de la Plaza Lenin, que ya empiezan a seguir las crecientes luchas de los trabajadores y los pueblos, desengañados de la ilusión neoliberal de una sociedad mejor puesta en tela de juicio cada día por la pesadilla de la inmensa mayoría, obligada a vivir bajo condiciones duras e indignantes. Lo que ahora necesitamos es que estas luchas alcancen un referente político unitario que las próximas elecciones pueden ayudar a vertebrar. Solo desde la izquierda podrá abrirse un futuro de esperanza y de dignidad para todos y todas.