Opinión

Manuel Muñoz Ibáñez

Diversidad y creación

La diversidad humana es mucho más compleja que cualquiera de sus opciones sexuales, religiosas o vinculadas a su origen; porque el cuerpo, como elemento físico y sensorial, y la mente, en toda su disposición, han experimentado también otras diversidades que, inevitablemente, se vieron forzadas a convivir con los juicios propios de cada época.

Por fortuna, la sociedad actual va progresivamente transitando hacia la comprensión y hacia la natural aceptación global de los distintos elementos identitarios que configuran la enorme variedad de la condición humana. Probablemente, era necesaria una previa secularización de la configuración moral tradicional y una ampliación del uso de la razón, como instrumento, para poder superar ese umbral que, durante siglos, ha ido atenazando el modo de ver y de entender la variedad de opciones que nos presenta la conciencia. Pero la diversidad humana es mucho más compleja que cualquiera de sus opciones sexuales, religiosas o vinculadas a su origen; porque el cuerpo, como elemento físico y sensorial, y la mente, en toda su disposición, han experimentado también otras diversidades que, inevitablemente, se vieron forzadas a convivir con los juicios propios de la época a la que pertenecieron; hasta el punto, de que esa relación influyó, asimismo, en el proceso creativo aunque fuera de un modo diferente en cada caso.

En este aspecto cabe recordar a artistas muy conocidos, que padecieron trastornos físicos y sensoriales que aparecieron implícitos en el conjunto de sus trabajos, y que también sufrieron por ellos, dificultades para su desarrollo social. Publicados han sido casos, como los de Juan Fernández de Navarrete (1538-1579), conocido como ´el Mudo´, pintor oficial de la Corte de Felipe II, cuya obra contrarreformista realizó en El Escorial; el de Francisco de Goya (1746-1828), cuya sordera, acompañada de zumbidos, aparecida en la edad madura (47 años), fue atribuida durante mucho tiempo a una intoxicación crónica producida por el plomo (saturnismo), empleado en la composición del color blanco; pero que, recientemente, se considera como propia del síndrome de Susac, que se acompaña, además, de trastornos psiquiátricos, como paranoia o alucinaciones. La deformidad de Toulouse Lautrec (1864-1901) fue causada por una enfermedad genética que le proporcionó un desarrollo limitado de los huesos, con fracturas espontáneas, condicionando su vida y su relación personal, al sufrir el rechazo de la nobleza a la que pertenecía, desarrollándose en un ambiente entre el vicio y la extravagancia, convirtiéndose en un alcohólico que llegó a padecer un delirium tremens e ingresos en un sanatorio mental.

Henri Matisse (1869-1954) siguió creando durante los últimos trece años de su vida por medio de asistentes, mientras permanecía postrado por una gran deformidad abdominal. Conocido es, asimismo, el caso de Frida Kahlo (1907-1954) que padeció poliomielitis en la infancia y un terrible accidente durante su adolescencia, cuyas secuelas le inflingieron importantes limitaciones físicas, dolores intensos permanentes y largas estancias en el lecho para reponerse, que reflejó en el maravilloso vigor de sus autorretratos. Otros más han existido en el ámbito español contemporáneo, como ocurrió con los hermanos Valentín y Ramón de Zubiaurre, ambos, sordomudos de nacimiento. Todos ellos mostraron, con su esfuerzo y su espíritu de superación, que el virtuosismo, la brillantez, el ingenio y la sabiduría, son perfectamente compatibles con una diversidad sobrevenida por cualquier limitación o sufrimiento.

Sin embargo, la mayor relación entre creación y enfermedad la han ocupado los estudios acerca de los estados psicopatológicos por los que han pasado numerosos artistas importantes, algunos asociados, además, al consumo de alcohol y de distintas drogas. Desde la antigüedad ya era referida la relación entre melancolía y elevación espiritual. Pero fue durante el Romanticismo cuando esta vinculación se comprendió más frecuente, proporcionando juicios retrospectivos psicobiográficos que han gozado hasta nuestros días, de un atractivo constante. Ya en pleno siglo XX, existieron autores (Adele Juda, 1949), que hallaron una prevalencia tres veces superior de esquizofrenia, y diez veces superior en psicosis maniaco-depresivas, en artistas y en científicos creativos respecto a la población general; y más recientemente, varios estudios (Kretschmer,1970; Akiskal, 2006) consideraron la existencia de un vínculo entre creatividad y trastorno bipolar. Sin embargo, determinados investigadores como Ellis y Mackinnon, abogaron precisamente de un modo distinto por la conexión entre la creatividad y la salud mental; y otros, como Fromm, consideraron la creatividad como una manifestación de la libertad interior y exterior del individuo. Lo bien cierto es que no podemos saber el grado de implicación del trastorno mental, sobre la obra de los muchos grandes maestros que lo padecieron. Entretanto, para algunos psiquiatras reputados (Eduard Vieta, 2007), lo que facilita la creación artística, no es la enfermedad, sino vencer el sufrimiento.

Criterios que nos sitúan ante un universo todavía no resuelto, pero en el que estuvieron inmersos determinados autores que, teniendo un comportamiento social muy peculiar y, en gran medida, distinto, alcanzaron elevados niveles de creatividad.

Un caso muy conocido fue el de Caravaggio (1571-1610), cuya impulsividad y actitud antisocial pudo estar vinculada a varias enfermedades mentales; el de Dante Gabriel Rossetti (1828-1882), melancólico y consumidor de drogas; el de Paul Gauguin (1848-1903), depresivo y adicto a la morfina, que intentó suicidarse con arsénico; el de Edvard Munch (1863-1944), que ingresó en clínicas psiquiátriacas, en repetidas ocasiones. Pero, asimismo, los de Van Gogh, Kirchner, Kokoschka, Pollock o Mark Rothko, que padecieron alguna grave enfermedad mental. Todos ellos forman parte de la historia de una diversidad que, asimismo, la pueden sufrir alguno de nuestros contemporáneos y que también, por ello, serán merecedores nuestro respeto y de nuestro reconocimiento.

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