El otoño climático (septiembre-noviembre) es la estación del año en que se concentra la mayoría de aguaceros que han provocado inundaciones en la fachada mediterránea de la Península Ibérica. Hay varias causas que explican esta estacionalización de las lluvias torrenciales. En primer lugar debemos decir que teóricamente las lluvias torrenciales deberían producirse más a menudo en verano teniendo en cuenta la relación entre el contenido de vapor de agua y la temperatura. Así, la cantidad de vapor de agua que puede contener un determinado volumen de aire aumenta exponencialmente con la temperatura. Pero debemos tener en cuenta que, con la excepción de Cataluña, ha habido históricamente pocos aguaceros torrenciales en la fachada mediterránea española. Esto se debe al abrigo aerológico que imponen las altas presiones subtropicales en niveles medios y altos que impiden la convección a pesar de las elevadas temperaturas. La primavera también podría ser una estación donde se podrían dar aguaceros torrenciales ya que a menudo tenemos el paso de perturbaciones potentes, pero en este caso las bajas temperaturas marinas y atmosféricas impiden a menudo que las lluvias sean intensas. El otoño es cuando coinciden los 3 factores que favorecen las lluvias torrenciales. Por un lado, temperaturas marinas altas, a menudo superiores a los 25 ºC en el inicio de la estación. Las temperaturas marinas altas provocan una elevada evaporación sobre el mar y una transferencia de calor latente importante. Además en esta época se observa un descenso latitudinal de la corriente en chorro que permite la llegada de masas de aire septentrionales más frías que inestabiliza la atmósfera. El tercer factor es la frecuencia elevada de los anticiclones de bloqueo situados encima de los Balcanes o Centroeuropa durante el otoño que favorecen una situación sinóptica de retroceso, con la llegada de masas de aire húmedas mediterráneas. Así, los vientos marítimos tienen un gran recorrido por encima del Mediterráneo, se cargan de vapor de agua y cuando chocan con los relieves que rodean la costa provocan ascensos repentinos de aire que generan fuertes aguaceros. Sin embargo, no siempre los aguaceros se dan en la zona de barlovento de las cordilleras; a menudo los aguaceros se dan en el litoral, especialmente cuando las tormentas son estacionarias. Por otra parte, con presiones bajas, como es el caso con advecciones de poniente o mistral en la zona más cercana al mar de esta zona, no tenemos precipitaciones en la costa ni el prelitoral de esta zona, ya que los vientos secos impiden los movimientos de ascenso de aire.