«De pecat en pecat sempre engrescant-se,/va construir un enginy allargat,/

va omplir papers de signes cabalístics

I proclamà que la terra es movia». Lluís V. Aracil en torno a Galileo. (València, 1941)

Barbanegra era un pirata que tenía cómplices. En la Unión Europea, Bruselas es un enclave de aproximación, posicionamiento e influencia. De la mano de Pepe Martínez Serrano conocí un templo de la conciliación. El restaurante italiano Barbanera, en la rue Archimède, cerca del edificio Berlaymont -sede de la Comisión Europea-, del parque del Cincuentenario, de la gran Mezquita y de la parada de metro de Schumann. Zona propicia al encuentro de altos funcionarios, políticos y lobistas, a la caza de una mirada cómplice o del guiño oportuno para cerrar el asunto trascendente que permite, con un suspiro, renovar la esperanza en la vida y el quehacer sempiterno.

«Eppur si muove». Es un mundo que ha de frenar y acelerar para ser él mismo mismo. En Barbanera -que aún existe- se ofrece una propuesta gastronómica ágil y abierta. Dos platos exquisitos: espaghetti alle vongole y orata forno, pasta y pescado. Perfecto anfitrión, Pepe Martínez, delegado del Comité de Gestión para la Exportación de Cítricos en Bruselas, ya venía de su primera experiencia en Londres. Fue el primer y mejor director de la Oficina de la Comunitat Valenciana en Bruselas, con savoir faire de rango diplomático. El más eficiente que hemos tenido en el exterior y que, aunque retirado, bien podría enseñar a los que le siguen.

Tierras movedizas. El reciente nombramiento del ex secretario autonómico de Infraestructuras, Josep Vicent Boira, para ser comisionado para el Corredor Mediterráneo, plantea dudas: ¿no había otro? No es prudente desmontar un cargo que daba la talla y pasar a trabajar para Adif (Ministerio de Fomento) aunque sea en València. El Corredor Mediterráneo, para que el ferrocarril vaya desde Algeciras hasta la frontera francesa, por su inconcreción en el tiempo, es más mito que reto decisivo. Por el que se ha de poner toda la carne en el asador y, de paso, quemar a los expertos más competentes.

Mano negra. Hay una teoría de la conspiración esgrimida por Federico Félix -en este país que no pinta una mierda (sic)- y Vicente Boluda contra los intereses valencianos, amenazados por una mano negra (sic)¿Cómo demuestra el ministerio de Fomento de José Luis Ábalos que quiere culminar, de verdad, el Corredor Mediterráneo? ¿No le importa que tenga que atravesar territorio catalán tan repleto de insidias? ¿Qué pasaría con Boira, valor al alza en el tablero público, si el actual gobierno socialista de Pedro Sánchez tuviera que convocar elecciones? Es posible que quien valía para presidir el Club de Encuentro Manuel Broseta -ahora heredado por Vicente Garrido- o para director del Institut Ignasi Villalonga, tenga la íntima voluntad de regresar a la vida universitaria. Que quiera desempeñar la cátedra de Geografía recién conseguida. Así se recuperaría un maestro, por mucho que su último nombramiento se haya barajado entre el ministro Ábalos y Boluda, por AVE, con la aquiescencia de Ximo Puig y la mirada impasible de los dirigentes de Compromís ¿Enric Morera y Àgueda Micó tendrán algo que decir?

Un hortera en Windsor. El vector valenciano se entrecruza con el español y carece de recorrido si no se prolonga en el horizonte europeo. Europa, incluído el Reino Unido, ha conseguido ser declarada enemiga de los Estados Unidos de Donald Trump. Su tocayo Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, ha recomendado al presidente estadounidense que no prescinda de aliados cuando le quedan pocos. La patética imagen de Trump en su entrevista con el presidente ruso Vladimir Putin en Helsinki completa el lamentable espectáculo que dio en Londres reprendiendo a la primera ministra británica, Theresa May, por su gestión del brexit. Después de aconsejarle que demandara a la Unión Europea. No faltó el elogio de Trump al dimisionario ministro del Foreign Office, netamente antieuropeo, Boris Jhonson, y promocionarlo para sustituir a May. Antes, la imagen del matrimonio Trump en el castillo de Windsor para visitar a la reina Isabel II, daba la nota frívola que conecta dos potencias -EE UU y Reino Unido- condenadas a entenderse sin tener nada que ver en fair play ni en tradición.

Respuesta a Lluch. Entre 1996 y 1998, antes de su asesinato en 2020, Ernest Lluch escribió varios artículos premonitorios de la situación que vive España en 2018. Reivindicó el catalanismo. Manifestó su miedo al nacionalismo liberal español, al que temía «porque cuando habla de Catalunya deja de ser liberal». Puntualizó las dificultades de la asimétrica financiación autonómica y la cola que iba a traer. Analizó cómo los conciertos fiscales para vascos y navarros son un imperdonable agravio comparativo, por muy constitucionales que sean. Insistía en que se debía crear un liberalismo español que sea liberal. Ciudadanos, de Albert Rivera, no es la respuesta a Lluch. Sectarismos así le costaron la vida.